Martina y el Arcoíris de Amistad



Martina era una niña alegre que vivía en un hermoso barrio lleno de colores. Su piel era de un tono marrón castaño que brillaba bajo el sol, y su risa era contagiosa. Sin embargo, no todos compartían su alegría. En la escuela, había un grupo de chicos que siempre hacían comentarios crueles sobre su color de piel.

Un día, mientras jugaba en el patio con su mejor amiga, Ana, escuchó a unos chicos reírse de ella.

"¿Por qué no te pintás de otro color?" dijo uno de ellos, burlándose.

Martina sintió que su corazón se rompía, pero decidió no dejar que eso la detuviera.

"Ana, ¿por qué no jugamos en nuestro rincón?" propuso.

Mientras se alejaban, Ana la miró preocupada.

"No les hagas caso, Martina. Eres hermosa tal como eres. Pero a veces me da mucha bronca que no entiendan que todos somos diferentes y eso es lo que nos hace únicos."

Martina sonrió y continuaron jugando, pero en lo más profundo de su corazón, las palabras de los chicos aún resonaban. Esa noche, decidió no quedarse con la tristeza. Se puso a dibujar un gran arcoíris en su cuaderno. Cada color le recordaba a una de sus amigas y a lo especiales que eran.

A la mañana siguiente, Martina tuvo una idea. Presentó en clase un proyecto sobre la diversidad, "El Arcoíris de Amistad". Con la ayuda de Ana, creó una gran cartulina en la que cada compañeros debía poner su huella de colores. Martina pensó que sería una forma de unir a todos y mostrar que aunque tengan diferentes colores de piel, todos son igualmente importantes.

Durante la presentación, se sintió nerviosa, pero cuando vio a sus compañeros interesados, respiró hondo y comenzó a hablar.

"Hoy quise hablarles sobre lo que significa la diversidad. Somos como un arcoíris, cada color tiene su propio brillo y es igual de hermoso. Nadie debería sentirse menos por su color de piel. Es importante respetarnos y entender que todos podemos ser amigos."

Los chicos del grupo que solía reírse de ella comenzaron a mirarse entre sí, avergonzados.

"Lo sentimos, Martina. No pensamos en lo que decíamos, solo queríamos hacer reír a los demás." dijo uno de ellos, con la cabeza gacha.

"No es divertido cuando lastiman a alguien. Pero creo que todos podemos aprender a ser mejores amigos." contestó Martina, con una sonrisa.

Esa tarde, los chicos del aula se acercaron a Martina y le dijeron que querían hacer un mural con su arcoíris.

"Pintemos un arcoíris en la pared de la escuela, para que nadie olvide lo importante que es la amistad y el respeto" sugirió otro chico.

Con mucho entusiasmo, Martina y sus compañeros comenzaron a trabajar en el mural. Cada uno aportó su color, su historia y lo mejor de sí mismo. El mural se convirtió en un símbolo de unidad y aceptación dentro de la escuela.

Las risas y las voces de alegría llenaron el patio. A través de su proyecto, Martina no solo había cambiado la actitud de su clase, sino que había iluminado el corazón de muchos.

Al final del año escolar, la maestra organizó una exposición para mostrar el mural y hablar sobre el valor de la diversidad. La comunidad llegó a ver el esfuerzo de los niños, y todos comprendieron lo valioso de que cada uno aporta algo único.

Martina sonreía mientras miraba el arcoíris que había ayudado a crear junto a sus amigos. Todos comprendieron lo esencial que era respetarse y celebrarse mutuamente. Desde aquel día, no importó el color de piel de cada uno, todos se convirtieron en amigos inseparables, aprendiendo a valorar lo que los hacía diferentes.

Y así, con su abrazo de colores, Martina encontró no solo su lugar entre sus compañeros, sino también la certeza de que el verdadero brillo proviene de la diversidad y la amistad.

Fin.

FIN.

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