Martina y el equilibrio en la mesa


En un pequeño pueblo llamado Comilón vivía una niña llamada Martina, a quien le encantaba comer. Todos los días, desde que se despertaba hasta que se acostaba, pensaba en la comida.

Su mamá siempre le decía: "Martina, no todo en la vida es comer", pero ella no podía evitarlo. Un día, Martina decidió ir al mercado a buscar algo delicioso para comer. Al llegar al mercado, vio una mesa llena de manzanas rojas y jugosas.

Se acercó y dijo: "¡Una manzana me como!", y así lo hizo. - ¡Qué rica estaba esa manzana! - exclamó Martina con alegría. Luego, caminando un poco más, encontró un puesto de pan recién horneado.

No pudo resistirse y dijo: "¡Un pedazo de pan me como!", y lo devoró en un instante. - ¡Qué rico estaba ese pan! - dijo Martina mientras se limpiaba las migas de la boca.

Siguiendo su camino, vio una parrilla con chorizos asándose lentamente. El olor la tentaba tanto que no dudó en decir: "¡Un chorizo me como!", y lo disfrutó con gusto. - ¡Qué sabroso estaba ese chorizo! - dijo Martina relamiéndose los labios.

Pero justo cuando pensaba seguir comiendo sin parar, escuchó una voz detrás suyo que le dijo: "Martina, Martina ¿no te das cuenta de que estás comiendo demasiado?". Era su abuelita que había ido al mercado a hacer unas compras también.

Martina reflexionó por un momento y se dio cuenta de que tenía razón. Decidió cambiar su actitud voraz por una más equilibrada y saludable.

Entonces le respondió a su abuelita:- Tienes razón abuelita querida, a partir de ahora voy a cuidar más mi alimentación y comer de forma balanceada. Y juntas regresaron a casa para preparar juntas una deliciosa ensalada con todos los ingredientes frescos que habían comprado en el mercado.

Desde ese día, Martina aprendió la importancia de tener hábitos alimenticios saludables y equilibrados. De vez en cuando seguía disfrutando de sus comidas favoritas como las manzanas, el pan o los chorizos; pero siempre recordando la importancia de mantenerse sana y fuerte para poder jugar y divertirse mucho más.

Y colorín colorado este cuento repetitivo y acumulativo sobre comida ha terminado ¡Buen provecho!

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