Martina y el jardín de Solcito
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Solcito, una niña llamada Martina que estaba a punto de comenzar el jardín de infantes. Martina estaba muy emocionada y algo nerviosa por esta nueva etapa en su vida.
El primer día de clases, Martina llegó temprano al jardín con su mochila llena de útiles escolares y una merienda preparada por su mamá. Al entrar al salón, vio a otros niños corriendo y jugando, algunos llorando y otros riendo.
Martina se acercó tímidamente a la maestra y le dio un tímido "¡Hola!". La maestra, llamada Ana, era una mujer amable y cariñosa que recibió a Martina con los brazos abiertos.
Le mostró su lugar en la sala, le presentó a sus nuevos compañeros y comenzaron las actividades del día. "Buenos días, chicos", dijo la maestra Ana. "Hoy vamos a conocer nuestros nombres y jugar juegos para conocernos mejor".
Martina se sintió un poco más tranquila al ver que todos estaban participando con entusiasmo. Durante el día, jugaron juegos divertidos, pintaron dibujos coloridos y escucharon cuentos fascinantes.
Al finalizar la jornada, la maestra Ana les propuso hacer un círculo para hablar sobre cómo se habían sentido en su primer día de clases. "¿Cómo te sentiste hoy, Martina?", preguntó la maestra. Martina pensó por un momento y respondió: "Al principio estaba nerviosa, pero ahora me siento feliz de estar aquí".
Los demás niños compartieron sus experiencias también, creando un ambiente cálido y acogedor en el salón. Los días pasaron rápidamente en el jardín de infantes de Solcito.
Martina hizo nuevos amigos, aprendió muchas cosas nuevas y disfrutó cada momento junto a sus compañeros y la maestra Ana. Un día especial llegó cuando organizaron una obra de teatro para los padres. Martina interpretó a una flor en el jardín encantado mientras los demás niños representaban diferentes personajes.
Fue una experiencia emocionante que llenó de orgullo tanto a los padres como a la maestra Ana. Al finalizar el año escolar, Martina miraba hacia atrás recordando todas las aventuras vividas en el jardín de infantes.
Había crecido no solo en estatura sino también en habilidades sociales, creatividad e independencia. El último día de clases fue agridulce; aunque extrañaría a sus amigos y a la querida maestra Ana, sabía que llevaba consigo recuerdos inolvidables que guardaría por siempre en su corazón.
Y así termina esta historia del comienzo del jardín de infantes de Martina: con risas compartidas, aprendizajes significativos e invaluables amistades forjadas en ese mágico lugar donde todo empezó.
FIN.