Martina y el lunar mágico



Había una vez una niña llamada Martina que vivía en un pequeño pueblo. Martina era una niña muy alegre y curiosa, siempre estaba explorando y descubriendo cosas nuevas.

Sin embargo, había algo que la hacía sentir diferente a los demás: tenía un lunar grande en su mejilla derecha. Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, Martina escuchó risas y murmullos entre ellos.

Se acercó sigilosamente para averiguar de qué se trataba y se dio cuenta de que estaban señalando su lunar y riéndose de él. Martina sintió un nudo en el estómago y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.

Corrió rápidamente hacia su casa, sin darse cuenta de que había dejado atrás su muñeco favorito. Al llegar a casa, Martina se encerró en su habitación y lloró durante horas. No entendía por qué los demás niños se burlaban de ella por algo tan insignificante como un lunar.

Se miró al espejo una y otra vez, deseando poder ser como los demás niños. De repente, escuchó un ruido proveniente del armario. Al abrirlo, encontró a su muñeco favorito tirado en el suelo junto a un libro mágico.

Martina tomó el libro con curiosidad y comenzó a leerlo. Descubrió que era un libro especial que podía conceder deseos si uno creía lo suficiente en sí mismo.

Decidida a cambiar la forma en que se sentía sobre sí misma, Martina cerró los ojos con fuerza e hizo su primer deseo: "Deseo ser igual que los demás niños, sin este lunar en mi mejilla". Cuando abrió los ojos, Martina se sorprendió al ver que su lunar había desaparecido.

Se miró en el espejo y sonrió de alegría. Ahora era como todos los demás. Martina corrió al parque para mostrarle a sus amigos su nueva apariencia.

Pero cuando llegó, algo extraño sucedió: los niños no la reconocieron y la ignoraron por completo. Frustrada y confundida, volvió a casa con lágrimas en los ojos. En ese momento, recordó el libro mágico y decidió leerlo nuevamente.

Esta vez, hizo un nuevo deseo: "Deseo volver a tener mi lunar en la mejilla". Cuando abrió los ojos, Martina volvió a verse como antes, con su querido lunar en la mejilla derecha. Pero esta vez se sintió diferente; ya no le importaba lo que pensaran los demás.

Al día siguiente, Martina regresó al parque con una nueva actitud. Cuando sus amigos comenzaron a reírse de su lunar nuevamente, ella simplemente les dijo: "Sí, tengo un lunar grande en mi mejilla ¡y estoy orgullosa de él! Me hace única".

Los niños se quedaron sin palabras ante la seguridad de Martina y poco a poco empezaron a darse cuenta de lo equivocados que estaban al burlarse de ella.

A partir de ese día, Martina siguió siendo curiosa y aventurera como siempre lo había sido. Aprendió que aceptarse tal cual era era más importante que tratar de ser alguien más.

Y así es como la niña que aprendió a aceptarse como era se convirtió en una inspiración para todos los niños de su pueblo, enseñándoles la importancia de amarse y respetarse a sí mismos tal como son.

FIN.

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