Martina y el paraguas mágico
Había una vez en la ciudad de Buenos Aires un día lluvioso en el que el sol se escondía tímidamente detrás de las nubes grises.
Las calles estaban mojadas y las personas corrían de un lado a otro sin saber a dónde ir para no mojarse. En medio de esa confusión, se encontraba Martina, una niña curiosa y valiente que no le tenía miedo a la lluvia.
Con su paraguas rojo en mano, Martina caminaba por las calles observando a la gente correr desesperada. "¡Qué locura! ¿Por qué todos corren tanto?" -se preguntaba Martina mientras saltaba los charcos con alegría.
De repente, vio a un señor mayor tratando de protegerse bajo un árbol que apenas lo resguardaba de la lluvia. Sin dudarlo, Martina se acercó y compartió su paraguas con él. "¡Hola! ¿Quieres compartir mi paraguas? Así no te mojarás tanto" -dijo Martina con una sonrisa amable.
El señor mayor miró sorprendido a la niña y asintió con gratitud. Juntos caminaron bajo el paraguas rojo de Martina, conversando y riendo como si fueran amigos desde hace años.
Mientras recorrían las calles, Martina notó que cada vez más personas se sumaban bajo su paraguas: una mamá con su bebé en brazos, un hombre apurado con su maletín y hasta un perro callejero que buscaba refugio. "¡Qué lindo es verlos sonreír incluso en días grises como hoy!" -pensó Martina para sus adentros.
De repente, escucharon unos gritos desesperados provenientes de una esquina cercana. Al acercarse, vieron a un gatito empapado subido en un árbol y maullando angustiado.
Sin pensarlo dos veces, Martina dejó el paraguas en manos del señor mayor e intentó trepar para rescatar al minino. Con habilidad y valentía, logró alcanzar al gatito y bajarlo sano y salvo. La gente que observaba aplaudió emocionada ante semejante acto heroico de una pequeña niña bajo la lluvia.
Finalmente, el sol comenzó a asomar entre las nubes grises pintando arcoíris en el cielo. La lluvia cesó lentamente mientras Martina regresaba junto al señor mayor y los demás debajo del paraguas rojo.
"Gracias por tu valentía y generosidad, pequeña gran heroína" -dijo el señor mayor con admiración en sus ojos arrugados por los años. Martina sonrió orgullosa pero humilde ante los elogios.
Sabía que ayudar a los demás era lo más importante incluso en medio de un día lluvioso donde el sol casi no brillaba. Y así terminó aquel día inolvidable donde una simple niña demostró que siempre hay luz aun cuando las nubes quieran opacarla.
Y es que la verdadera luz está dentro de cada uno dispuesta a brillar cuando más se necesita.
FIN.