Martina y el rescate amigable



Había una vez, en un hermoso pueblo de Argentina, una niña llamada Martina. Martina era una pequeña muy curiosa y aventurera, pero también tenía un don especial: podía hablar con los animales.

No importaba si eran pájaros, gatos o perros; ella siempre encontraba la manera de comunicarse con ellos. Martina tenía una perra llamada Lola, que era su mejor amiga. Lola era un pug muy juguetón y valiente.

Juntas pasaban horas explorando el bosque cercano a su casa y descubriendo todo tipo de criaturas fascinantes. Un día soleado, mientras paseaban por el bosque, Martina y Lola se encontraron con algo inesperado: ¡una enorme jaula de cristal! Dentro de ella había un cocodrilo gigante descansando al sol.

Sin pensar mucho, Martina decidió acercarse para verlo más de cerca. Pero antes de que pudiera darse cuenta, la puerta de la jaula se cerró detrás de ellas. Estaban atrapadas junto al temible cocodrilo.

Martina sabía que no debía entrar en pánico y recordó su increíble habilidad para hablar con los animales. -¡Hola señor Cocodrilo! -dijo Martina con calma-. Perdón por haber entrado sin permiso a su hogar.

El cocodrilo abrió sus enormes ojos sorprendido por escuchar a alguien hablarle. -¿Cómo es posible que puedas entenderme? -preguntó el cocodrilo asombrado. -Martina tiene poderes especiales para comunicarse con los animales -respondió Lola orgullosa.

Martina se acercó al cocodrilo y le explicó que habían entrado por accidente, sin intención de molestarlo. Le dijo lo mucho que lamentaban la situación y le prometió que no volvería a suceder. El cocodrilo, aunque impresionado por las habilidades de Martina, aún estaba preocupado.

Después de todo, tenía fama de ser un animal muy peligroso. -Puedo ver en tus ojos que eres una niña valiente y sincera -dijo el cocodrilo-. Prometo no hacerte daño si me ayudas con algo. Martina asintió emocionada y preguntó cómo podía ayudarlo.

-Tengo muchas ganas de comer unas deliciosas papitas fritas del McDonald"s -dijo el cocodrilo con una sonrisa-. Pero como estoy aquí encerrado, es imposible para mí conseguir algunas.

¿Podrías traerme unas? Martina sabía que eso era algo arriesgado, pero confiaba en sus poderes para hablar con los animales y decidió aceptar el desafío. -¡Claro! Voy a buscar las papitas fritas para ti. Pero primero debes prometer liberarnos cuando te las entregue -propuso Martina valientemente.

El cocodrilo quedó sorprendido por la audacia de Martina pero asintió solemnemente con su enorme cabeza escamosa. -Martina es muy inteligente y generosa, señor Cocodrilo. No se arrepentirá de haber confiado en ella -dijo Lola convencida mientras movía su cola emocionada.

Martina salió corriendo hacia el pueblo en busca del McDonald"s más cercano. Cuando llegó, explicó su situación a los empleados y les pidió unas papitas fritas para el cocodrilo.

Todos quedaron asombrados por la historia de Martina, pero se sintieron conmovidos por su valentía y decidieron ayudarla. Con una bolsa llena de papitas fritas en mano, Martina regresó al bosque y entregó el delicioso manjar al cocodrilo. -Gracias por traerme las papitas -dijo el cocodrilo feliz-.

Eres una niña muy especial y cumpliré mi promesa. Acto seguido, el cocodrilo abrió la puerta de la jaula y Martina y Lola pudieron salir sanas y salvas. Desde ese día, Martina se convirtió en una heroína en su pueblo.

Todos admiraban su valentía y habilidad para hablar con los animales. Y gracias a ella, el señor Cocodrilo aprendió que no todos los humanos son malos.

Martina continuó teniendo aventuras increíbles junto a Lola, pero siempre recordaba que la comunicación pacífica era la clave para resolver cualquier problema. Y así, esta pequeña valiente nos enseñó que nunca debemos juzgar a un animal por su apariencia o reputación; todos merecen ser escuchados y comprendidos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!