Martina y el valor de la amistad en equipo
Había una vez en Buenos Aires, una niña llamada Martina que asistía a la UADE desde el año pasado. Desde el primer día se sintió como en casa y rápidamente se hizo de muchos amigos.
Todos los días disfrutaba de aprender cosas nuevas, jugar en el recreo y compartir momentos especiales con sus compañeros. Un día, mientras Martina estaba en clase de matemáticas, su profesora les propuso un desafío muy especial.
Les dijo: "Hoy vamos a resolver un problema matemático en equipos. El equipo que logre resolverlo primero ganará un premio sorpresa". Martina y sus amigos se emocionaron mucho y comenzaron a trabajar juntos para encontrar la solución.
"Chicos, creo que si sumamos estas cifras y luego las dividimos obtendremos la respuesta", sugirió Martina. "¡Tienes razón! Vamos a intentarlo", exclamó Pedro, uno de sus compañeros. Trabajaron duro, pensaron mucho y finalmente lograron resolver el problema antes que nadie.
La profesora quedó impresionada por el trabajo en equipo y les entregó a cada uno un diploma por su esfuerzo y dedicación. "¡Lo logramos! ¡Somos unos genios!", gritó Martina emocionada. "Sí, trabajando juntos podemos conseguir grandes cosas", dijo Ana, otra amiga del grupo.
Desde ese día, Martina aprendió la importancia de trabajar en equipo, escuchar las ideas de los demás y nunca rendirse ante un desafío. Se dio cuenta de que con esfuerzo y perseverancia podía alcanzar cualquier meta que se propusiera.
Poco a poco, Martina fue creciendo no solo académicamente sino también como persona. Ayudaba a sus amigos cuando lo necesitaban, compartía con ellos momentos felices e incluso les enseñaba trucos nuevos para resolver problemas difíciles.
Al final del año escolar, durante la fiesta de fin de curso, la directora anunció que habría un premio especial para el alumno más destacado en trabajo en equipo. Para sorpresa de todos, ese premio fue otorgado a Martina.
Sus amigos estallaron en aplausos y ella no podía contener la emoción y la alegría por haber sido reconocida por su esfuerzo y solidaridad. "¡Felicidades Martina! Te lo mereces por ser tan buena amiga y compañera", dijeron todos al unísono.
Martina comprendió entonces que el verdadero valor de la amistad está en apoyarse mutuamente, celebrar juntos los logros y superar los obstáculos como un equipo sólido e inseparable.
Y así, entre risas y abrazos sinceros, Martina cerró ese capítulo escolar con el corazón lleno de gratitud hacia sus amigos y maestros por todas las enseñanzas recibidas. Sabiendo que había encontrado tesoros aún más valiosos que todo el oro del mundo: la amistad verdadera y el trabajo en equipo.
FIN.