Martina y el Valor de la Obediencia
En un pequeño barrio de la ciudad, vivía una niña llamada Martina. Tenía ocho años y era conocida por su carácter inquieto y su espíritu libre. A pesar de ser cariñosa con su mamá, María, y su hermana mayor, Estrella, a menudo se negaba a seguir las reglas de la casa.
Un día, mientras María estaba en la cocina preparando el almuerzo, Martina decidió que quería jugar con sus amigas en el parque, sin terminar primero las tareas del hogar.
"Mamá, puedo ir al parque ahora?" - preguntó Martina, saltando alegremente en la puerta.
"Martina, primero debes recoger tu habitación y ayudarme con la mesa", respondió María con una sonrisa, pero un poco cansada.
Martina, impaciente, frunció el ceño.
"Pero mamá, es solo por un ratito! Prometo que vuelvo rápido".
"Es importante que aprendas a ser responsable, mami" - dijo Estrella, que estaba sentada en la mesa haciendo su tarea.
"Hacemos un trato, si terminas tus tareas ahora, podrás salir al parque por una hora antes de la cena" - sugirió María.
Martina, frustrada pero queriendo jugar, decidió ignorar las palabras de su madre. Se fue rápidamente hacia el parque y dejó todo desordenado en la casa.
Al llegar al parque, Martina se divirtió mucho jugando con sus amigas, pero pasado un rato, comenzó a sentirse extraña. Sus amigas se estaban yendo a casa y ella se quedó sola, sin saber qué hacer. Se dio cuenta de que el tiempo había pasado volando, y que había olvidado volver a tiempo. Con un nudo en la garganta, recordó que debía ayudar a su mamá.
Cuando regresó, la puerta de casa estaba cerrada. Golpeó suavemente.
"Mamá, estoy aquí!" - gritó, un poco asustada.
Al abrir la puerta, María se la quedó mirando, con una mezcla de preocupación y decepción.
"Martina, llegaste tarde. Te preocupaste por ti misma y no pensaste en lo que habías prometido" - dijo María.
"Lo siento, no quería hacerte sentir mal..." - respondió Martina, sintiéndose culpable.
Estrella se acercó a su hermana y le dijo:
"A veces, todos podemos cometer errores, pero lo importante es aprender de ellos y hacer las cosas bien la próxima vez".
Martina miró a su hermana y a su madre, y sintió que debía hacerse responsable de sus actos.
"Voy a aprender a seguir las reglas, de verdad. Quiero que confíen en mí".
María sonrió, sintiéndose orgullosa de su hija.
"Te apoyo, Martina. Siempre es bueno aprender de los errores".
Desde ese día, Martina comenzó a ayudar más en casa. Le gustaba salir al parque, pero también entendía que había que cumplir con las obligaciones primero. Poco a poco, su actitud cambió, y el respeto hacia su madre y su hermana se hizo más fuerte.
Así, Martina aprendió que la obediencia no es solo una regla, sino una forma de mostrar amor y responsabilidad hacia quienes nos rodean.
FIN.