Martina y la defensa de la diversidad


Había una vez en la colorida ciudad de Guanajuato, una niña llamada Paola que tenía problemas de vista.

Paola era muy inteligente y amable, pero a veces tropezaba con las cosas o confundía los colores debido a su dificultad para ver con claridad. Un día, Paola comenzó en una nueva escuela.

Estaba emocionada por hacer amigos y aprender cosas nuevas, pero pronto se dio cuenta de que muchos de sus compañeros se burlaban de ella por usar lentes y por no poder ver bien. Esto entristeció mucho a Paola, quien se sentía sola y diferente al resto. Una tarde, durante el recreo, un grupo de niños comenzó a reírse de Paola mientras intentaba jugar al fútbol.

Uno de ellos gritó: "¡Miren a la niña miope tratando de patear el balón!". Paola sintió un nudo en la garganta y las lágrimas asomaron en sus ojos.

En ese momento, apareció Martina, una niña valiente y decidida que había estado observando la situación desde lejos. Martina se acercó a Paola con una sonrisa cálida y le tendió la mano diciendo: "-Hola, soy Martina. ¿Quieres ser mi amiga?".

Paola miró sorprendida a Martina y asintió tímidamente. Juntas caminaron hacia los otros niños que se habían quedado callados al ver la valentía de Martina. "-Chicos", dijo Martina con firmeza, "-Todos somos diferentes en algo. Pero eso no nos hace menos especiales.

Paola puede no ver tan bien como nosotros, ¡pero es increíblemente inteligente y amable! Deberíamos darle una oportunidad". Los niños reflexionaron sobre las palabras de Martina y finalmente aceptaron a Paola como parte del grupo.

A partir de ese día, Paola tuvo nuevos amigos que valoraban sus cualidades más allá de su problema visual. Con el tiempo, todos los niños aprendieron a respetar las diferencias entre ellos y a apreciar las cualidades únicas que cada uno poseía.

La valentía y bondad demostradas por Martina inspiraron a todos a ser más comprensivos y solidarios entre sí.

Y así, gracias al gesto amable de una niña valiente llamada Martina, Paola encontró verdaderos amigos que la aceptaban tal como era, demostrando que la verdadera belleza radica en lo que llevamos dentro.

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