Martina y la finca encantada


Había una vez en un pequeño pueblo de Boyacá, Colombia, una finca rodeada de hermosos árboles frutales y coloridas flores.

En esa finca vivía la abuela Rosa, una mujer sabia y amorosa que siempre tenía una sonrisa en su rostro. Un día, la nieta de la abuela Rosa, Martina, decidió visitarla para pasar unos días juntas.

Martina era una niña curiosa y activa a quien le encantaba escuchar las historias que su abuela le contaba sobre el pueblo y sus tradiciones. Al llegar a la finca, Martina quedó maravillada por la belleza del lugar.

La abuela Rosa la recibió con un cálido abrazo y juntas se sentaron en el jardín a disfrutar de los tamales que habían preparado para el almuerzo. "Abuelita, ¿por qué siempre cocinas los tamales tan deliciosos?", preguntó Martina mientras daba un mordisco a su tamal. "Porque cada ingrediente lleva amor y dedicación, querida.

Además, me enseñaron a cocinarlos mis padres cuando era joven", respondió la abuela Rosa con cariño. Mientras disfrutaban de la comida, un pajarito azul se acercó volando hasta ellas. El ave parecía estar buscando algo entre las flores del jardín.

"¡Mira abuelita! ¡Qué lindo pajarito!", exclamó Martina emocionada. La abuela Rosa sonrió y dijo: "Ese es el pájaro guardián de nuestra finca. Siempre viene a visitarnos cuando hay alguien especial aquí". Martina quedó fascinada por la historia del pájaro guardián y decidió llamarlo —"Azulito" .

Desde ese día, Azulito se convirtió en el compañero fiel de Martina durante su estadía en la finca.

Una mañana, mientras paseaban por los campos de maíz cercanos a la finca, Martina y Azulito descubrieron un arco iris brillante que apareció después de una lluvia intensa. "¡Abuelita! ¡Mira qué bonito arco iris!", gritó Martina emocionada. La abuela Rosa se acercó lentamente junto a ellas y dijo: "Los arco iris son como promesas de esperanza después de las tormentas.

Nos recuerdan que siempre hay luz al final del camino". Martina entendió entonces que cada experiencia difícil trae consigo aprendizajes y oportunidades para crecer más fuertes. Agradeció a su abuela por todas las enseñanzas recibidas durante su visita.

Al finalizar su estancia en la finca, Martina se despidió con nostalgia pero llena de gratitud hacia su querida abuela Rosa. Prometieron mantener vivo el recuerdo de esos días compartidos para siempre.

Y así, entre tamales deliciosos, pájaros guardianes y arco iris llenos de esperanza, Martina aprendió valiosas lecciones sobre amor familiar y conexión con la naturaleza gracias a su amada abuela Rosa en aquella hermosa finca en Boyacá.

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