Martina y la fuerza de la diversidad



Había una vez en un barrio muy colorido y alegre, una niña llamada Martina. Martina era una niña muy activa, curiosa y llena de energía. Le encantaba correr, saltar y jugar con sus amigos del barrio.

Pero había algo que entristecía a Martina: los niños del barrio no querían dejarla jugar con ellos.

Un día, Martina se acercó al grupo de niños que estaban jugando en la plaza y les dijo con entusiasmo:- ¡Hola chicos! ¿Puedo unirme a jugar con ustedes? Los niños la miraron con desdén y uno de ellos le respondió:- No, tú eres una niña. Este es un juego de varones. Martina se sintió triste e incomprendida.

No entendía por qué no podía jugar solo por ser una niña. Decidió entonces buscar ayuda en su abuelita Lola, quien siempre tenía palabras sabias para darle ánimo.

Abuelita Lola escuchó atentamente a Martina y le dijo con ternura:- Querida Martina, nunca permitas que nadie te haga sentir menos por ser diferente. Tú puedes hacer todo lo que te propongas, sin importar si eres niño o niña.

Con las palabras de su abuelita resonando en su corazón, Martina decidió demostrarles a los niños del barrio lo valiente y capaz que era. Al día siguiente, organizó su propio juego en la plaza y esperó a que los niños pasaran cerca.

Al verla tan decidida y segura de sí misma, los niños se acercaron curiosos. Uno de ellos preguntó sorprendido:- ¿Qué estás haciendo Martina? Ella sonrió ampliamente y respondió:- Estoy organizando un juego para todos. Aquí no importa si eres niño o niña, lo importante es divertirnos juntos.

Los niños dudaron al principio pero finalmente aceptaron unirse al juego propuesto por Martina. Descubrieron lo talentosa que era para inventar juegos emocionantes y cómo lograba integrar a todos sin importar las diferencias.

Al finalizar el día, los niños del barrio se dieron cuenta de lo equivocados que estaban al excluir a Martina solo por ser una niña. A partir de ese momento, todos empezaron a jugar juntos sin prejuicios ni limitaciones.

Martina demostró con valentía que no hay barreras cuando se trata de compartir momentos felices junto a quienes apreciamos. Y así, entre risas y juegos compartidos, el barrio se convirtió en un lugar donde la diversidad era celebrada cada día.

Y colorín colorado este cuento ha terminado pero recuerda: ¡Nunca dudes en ser tú mismo/a y luchar por tus sueños!

FIN.

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