Martina y la pelota mágica



Había una vez en un pequeño pueblo argentino, una niña llamada Martina. Martina era muy alegre y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.

Tenía un gran corazón lleno de empatía y siempre trataba de entender cómo se sentían las personas. Un día, mientras caminaba por el parque, Martina vio a un niño llorando en un banco. Se acercó con curiosidad y preguntó: "¿Qué te pasa? ¿Por qué estás triste?".

El niño levantó la cabeza y entre sollozos le respondió: "Perdí mi pelota favorita en el lago y no puedo encontrarla". Martina sintió mucha compasión por el niño y decidió ayudarlo. Juntos caminaron hacia el lago y comenzaron a buscar la pelota perdida.

Pasaron horas buscando sin éxito, pero Martina no se rindió. De repente, escucharon una voz proveniente del otro lado del lago: "-¡Hola! ¿Necesitan ayuda?". Era Juan, un pescador que pasaba por allí.

Martina explicó la situación y Juan se ofreció amablemente para ayudarlos con su red de pesca. Después de varios intentos, finalmente lograron rescatar la pelota del fondo del lago. El niño estaba tan feliz que olvidó completamente su tristeza anterior.

"-¡Muchas gracias por ayudarme!", exclamó el niño emocionado mientras abrazaba a Martina. Martina sonrió satisfecha al verlo tan contento y le dijo: "-No hay problema, me alegra haber podido ayudarte". Pero la historia no termina aquí.

Unos días después, Martina estaba en el parque jugando con sus amigos cuando vio a una señora mayor caminando con dificultad y llevando muchas bolsas. Martina recordó lo feliz que se había sentido al ayudar al niño y decidió hacer lo mismo por la señora.

Se acercó a ella y ofreció su ayuda para llevar las bolsas hasta su casa. La señora aceptó encantada y le contó a Martina que tenía problemas de espalda y le costaba mucho cargar cosas pesadas.

Juntas llegaron a la casa de la señora, quien le dio las gracias a Martina por su amabilidad. Desde ese día, Martina visitaba regularmente a la señora para ayudarla con las tareas del hogar y hacerle compañía.

Con cada acto de empatía, Martina se volvía más consciente de las necesidades de los demás. Aprendió que todos podemos tener problemas o tristezas, pero siempre hay algo que podemos hacer para ayudarnos mutuamente.

Y así fue como Martina se convirtió en una verdadera heroína en su comunidad, inspirando a otros niños y adultos a ser más empáticos y solidarios entre sí. Porque el mundo es un lugar mejor cuando nos preocupamos por los demás.

FIN.

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