Martina y los Cambios del Corazón
En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, vivía una niña llamada Martina. A sus doce años, estaba a punto de afrontar la etapa más sorprendente de su vida: la adolescencia. Era una mañana brillante cuando Martina, feliz como siempre, salió de su casa. Su mejor amiga, Lucía, la esperaba en la plaza del pueblo.
"¡Martina! ¡Mirá!" - exclamó Lucía, señalando un espectáculo de malabaristas que había llegado al pueblo.
"¡Qué divertido! Vamos a verlo primero y después seguimos con nuestras cosas," - respondió Martina, entusiasmada.
El espectáculo era increíble, pero mientras observaban, Martina comenzó a sentir mariposas en el estómago al ver a Marco, un chico de su clase, practicar unos trucos de malabares. Desde hacía unos días, su corazón latía más fuerte cuando estaba cerca de él. Pero, además, sentía que era diferente.
Desde ese día, Martina se dio cuenta de que estaba cambiando. Cada mañana, al mirarse en el espejo, notaba que su cara estaba más definida y que sus brazos se sentían diferentes.
"¿Notaste que estamos creciendo?" - comentó Lucía mientras se arreglaban para su primer día de secundaria. "Todo está cambiando y no sé si estoy lista."
"Yo tampoco, pero será una aventura. ¡Vamos a disfrutarla juntas!" - dijo Martina, tratando de calmar a su amiga.
Al llegar a la escuela, las cosas eran más desafiantes de lo que pensaban. Las chicas se peleaban por el último lugar en el equipo de baloncesto y algunos chicos competían muy duro en los videojuegos que estaban de moda. Martina sentía, más que nunca, la presión de encajar.
Los días pasaron y las inseguridades comenzaron a aparecer. Un día, mientras Martina caminaba por el pasillo, vio a Marco hablando con un grupo de amigos. Al acercarse, tropezó y casi se cae. Todos se rieron, incluido Marco. Se sintió pequeña y deseó poder desvanecerse.
"No te preocupes, eso nos pasa a todos. A mí también me pasó la primera semana" - le dijo su amiga Valeria, quien siempre estaba a su lado. "Lo importante es no dejar que eso nos detenga. ¡Vamos!" - agregó, intentando animarla.
Martina decidió que no permitiría que un tropiezo la hiciera sentir menos. Comenzó a practicar baloncesto y reunió a sus amigas para jugar todos los días después de la escuela. Con el tiempo, se volvió mejor en el deporte y también más segura de sí misma.
Una tarde, mientras estaban en el parque, Marco se acercó a ellas, un poco tímido, pero emocionado.
"Hola, Martina. ¿Te gustaría jugar un partido con nosotros el sábado? Tuvo un partido increíble en el último torneo." - le dijo, haciendo que su corazón latiera rápido.
"¡Claro! Me encantaría!" - respondió Martina, sorprendida y feliz.
El día del partido, Martina se sintió nerviosa. Pero cuando tomó la pelota y comenzó a jugar, recordó cada entrenamiento y cómo se había dejado llevar por las inseguridades. No solo jugó en el equipo, sino que también marcó algunos puntos, lo que hizo que su confianza se disparara.
Al final del partido, Marco se acercó nuevamente.
"Martina, jugaste muy bien. Deberíamos practicar juntos más seguido." - dijo, sonriendo. Martina no podía creerlo.
La vida seguía presentando nuevos desafíos. Las amistades comenzaron a cambiar, y aunque algunas chicas que solían ser amigas ahora la ignoraban, Martina aprendió a valorar las verdaderas amistades, como las de Lucía, Valeria y sus nuevas compañeras.
A medida que pasaban los meses, Martina entendió que la adolescencia se trataba de aceptar los cambios y hacerse más fuerte. Sus inseguridades comenzaron a desvanecerse, y aprendió que todos, incluso los que parecían seguros, enfrentaban desafíos en la vida.
Un día, en clase de arte, el maestro mostró diferentes obras de artistas famosos.
"El arte es la expresión de lo que somos. Representa nuestras emociones y cambios. Ustedes también están en una etapa de cambios, y eso es algo hermoso. No tengan miedo de mostrarlo.`` - explicó, mientras todos prestaban atención.
Ese día, Martina decidió pintar lo que sentía en su corazón: un lienzo colorido que reflejaba su viaje emocional. Cuando lo terminó, lo mostró con orgullo.
"¡Es hermoso, Martina!" - exclamó Lucía.
"Sí, refleja todo lo que soy y lo que estoy aprendiendo en este viaje tan loco llamado adolescencia," - respondió con una gran sonrisa.
Martina aprendió que todos estamos en constante cambio y que lo más importante es ser fiel a uno mismo. Al final, la adolescencia no era solo una etapa; era una aventura llena de sorpresas, desafíos y un sinfín de oportunidades para crecer y brillar, tal como ella lo había hecho. {
Así, en el pueblo de Arcoíris, Martina no solo cambió, sino que también inspiró a otros a aceptar su propio viaje.
FIN.