Martina y los tesoros de la felicidad


Había una vez una niña llamada Martina, que siempre estaba buscando la felicidad.

Desde que se levantaba por las mañanas hasta que se acostaba por las noches, Martina hacía todo lo posible para encontrar la felicidad en cada momento de su vida. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, siempre parecía eludirle. Un día, mientras caminaba por el parque con su pelota roja favorita, Martina vio a un grupo de niños riendo y jugando juntos.

Se acercó corriendo y les preguntó: "¿Cómo hacen para ser tan felices?".

Los niños se miraron entre sí y luego uno de ellos respondió: "La felicidad no está en tener cosas o hacer cosas especiales, sino en disfrutar de los pequeños momentos". Martina quedó pensativa. No entendía muy bien qué querían decir esos niños con "pequeños momentos". Decidió ir a buscar respuestas y comenzó a observar detenidamente todo lo que sucedía a su alrededor.

Una mañana soleada, mientras paseaba por el mercado del barrio, Martina vio a un anciano sentado en un banco alimentando palomas con migas de pan. Se acercó cautelosamente y le preguntó: "Señor, ¿puede explicarme cómo encontrar la felicidad en los pequeños momentos?".

El anciano sonrió amablemente y le dijo: "La clave está en apreciar las cosas simples de la vida". Martina siguió caminando por el mercado y notó una frutería con hermosas frutas coloridas.

Decidió comprar algunas manzanas para compartirlas con su familia. Cuando llegó a casa, les dio las manzanas y todos se sentaron juntos en la mesa para disfrutarlas. En ese momento, Martina entendió lo que el anciano quería decir con "cosas simples".

La felicidad estaba en compartir momentos especiales con sus seres queridos. A medida que pasaban los días, Martina comenzó a buscar más cosas simples que le traían felicidad.

Descubrió que ver una puesta de sol, escuchar el canto de los pájaros por la mañana y abrazar a su mascota eran pequeños momentos llenos de alegría. Un día, mientras caminaba por el parque nuevamente, Martina encontró a un niño llorando en un banco. Se acercó y preguntó qué le pasaba.

El niño le contó que había perdido su juguete favorito y estaba muy triste. Martina recordó cómo se sentía cuando no podía encontrar la felicidad y decidió ayudarlo.

Martina buscó por todo el parque hasta que finalmente encontró el juguete del niño escondido entre unos arbustos. Cuando se lo entregó al niño, este sonrió emocionado y dijo: "¡Gracias! Me has hecho muy feliz". Martina sintió una gran satisfacción al ver la sonrisa del niño.

Se dio cuenta de que ella también era capaz de hacer feliz a los demás, no solo a sí misma.

Desde ese día en adelante, Martina aprendió a encontrar la felicidad en los pequeños momentos: un gesto amable hacia alguien necesitado, una risa compartida con amigos o simplemente disfrutando de las cosas simples de la vida. Y así, Martina descubrió que ser feliz no era algo complicado ni difícil de alcanzar.

La felicidad estaba presente en cada pequeño momento, solo tenía que aprender a apreciarlo. Y colorín colorado, esta historia de Martina y su búsqueda de la felicidad ha terminado.

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