Martina y su pandilla de amigos


En un pequeño pueblo de Estados Unidos, Martina, una niña indígena proveniente de una comunidad lejana, se mudó con su familia en busca de nuevas oportunidades. Desde el primer día en la escuela, Martina sintió que no encajaba.

Los niños blancos se burlaban de su vestimenta colorida y de sus costumbres diferentes. Un día, durante el recreo, Martina estaba sentada sola en un rincón cuando un niño llamado Jake se acercó a ella.

"-Hola, ¿cómo te llamas? Soy Jake", dijo con una sonrisa amigable. Martina lo miró sorprendida y respondió tímidamente: "-Soy Martina". Jake comenzó a hablar con Martina y descubrió lo divertida e inteligente que era.

A partir de ese día, Jake la invitaba a jugar con él y sus amigos en cada recreo. Al principio, los otros niños miraban con desconfianza a Martina, pero al verla reír y disfrutar junto a ellos, poco a poco empezaron a aceptarla.

Una tarde, mientras jugaban al fútbol en el patio de la escuela, unos chicos mayores se acercaron para burlarse de Martina. "-¿Qué hace esta india aquí? Debería volver a su selva", dijeron entre risas crueles.

Martina sintió cómo las lágrimas asomaban en sus ojos, pero antes de que pudiera responder, Jake se interpuso valientemente. "-¡Martina es nuestra amiga y no permitiremos que la insulten! Ella es tan valiosa como cualquiera de nosotros", exclamó Jake con determinación.

Sus amigos asintieron solemnemente y rodearon a Martina para mostrarle su apoyo. Los chicos mayores se quedaron sorprendidos por la valentía y solidaridad de aquel grupo diverso e inclusivo.

A partir de ese día, dejaron de molestar a Martina y finalmente entendieron que la diferencia no significaba inferioridad. Con el tiempo, Martina se convirtió en parte integral del grupo de amigos. Juntos compartían risas, juegos y meriendas durante los recreos.

La diversidad cultural enriqueció sus vidas y aprendieron a valorar las diferencias como algo hermoso que los hacía únicos. Así fue como Martina pasó de sentirse sola y marginada a tener un grupo sólido de amigos que la apreciaban tal como era.

Y juntos demostraron que la verdadera amistad no entiende de razas ni fronteras; solo necesita amor, respeto y aceptación mutua.

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