Martino, el gatito de la familia Rodríguez



Había una vez un gatito muy especial llamado Martino. Martino era diferente a los demás gatitos: tenía el pelaje blanco con manchas negras y unos ojos tan grandes y brillantes que parecían dos lunas en medio de la noche.

Martino vivía en una feria, donde la gente lo miraba con curiosidad pero nadie se animaba a llevarlo a casa. Un día, llegó una familia a la feria.

Eran los Rodríguez, una familia compuesta por mamá Laura, papá Diego y sus dos hijos, Sofi y Juan. Los niños corrieron emocionados hacia el stand de los gatitos y vieron a Martino acurrucado en un rincón. "¡Mamá, papá, miren este gatito! Es tan lindo", exclamó Sofi emocionada.

"Sí, es hermoso. ¿Pero estás segura de que queremos llevar otro animal a casa?", preguntó papá Diego mirando con duda al pequeño felino. "Por favor, por favor", suplicaron al unísono Sofi y Juan.

La mamá Laura sonrió y dijo: "Está bien, vamos a adoptarlo". Los niños saltaron de alegría mientras el dueño de la feria les entregaba a Martino en brazos. El gatito ronroneaba feliz sintiendo el amor de su nueva familia.

Al llegar a casa, Martino exploró cada rincón curioso y juguetón. Se acurrucó en las piernas de los niños mientras veían televisión y dormía plácidamente sobre la cama caliente por las noches. Pero un día, algo inesperado sucedió.

La puerta quedó abierta sin querer y Martino escapó asustado por un ruido fuerte que escuchó afuera. La familia Rodríguez lo buscó desesperadamente por todo el vecindario pero no lograban encontrarlo.

Pasaron varios días sin noticias del pequeño gatito hasta que finalmente recibieron una llamada: alguien lo había encontrado cerca del parque central. Rápidamente fueron a buscarlo y cuando lo tuvieron entre sus brazos nuevamente no pudieron contener las lágrimas de emoción.

Desde ese día, Martino aprendió que su verdadero hogar estaba junto a la familia Rodríguez y nunca más intentó escapar. Se convirtió en el consentido de la casa, recibiendo mimos y caricias todos los días.

Y así, Martino vivió feliz para siempre junto a su amada familia que lo había adoptado en aquella lejana feria donde nadie se había animado antes.

FIN.

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