Martíns Loving Gestures
Había una vez un niño llamado Martín, que vivía en una pequeña casa en el campo junto a su mamá Estela y sus dos hermanas, Lucía y Valentina.
Martín sabía que tenía mucha suerte de tener a Estela como madre, ya que ella siempre se preocupaba por ellos y daba todo por su bienestar. Estela se levantaba temprano todas las mañanas para prepararles el desayuno a sus hijos antes de ir a la escuela.
Además, ella los ayudaba con los deberes, les contaba historias antes de dormir y siempre estaba dispuesta a escucharlos cuando tenían algún problema o necesitaban consejos. A pesar de todo lo que Estela hacía por ellos, Martín no podía expresarle cuánto la amaba.
A veces sentía vergüenza o simplemente no encontraba las palabras adecuadas para decirlo. Sin embargo, Martín quería encontrar una manera especial de agradecerle a su mamá por todo lo que hacía.
Un día, mientras caminaban juntos por el campo, Martín vio un hermoso árbol lleno de flores coloridas. Se acercó corriendo hacia él y exclamó emocionado: "¡Mamá! ¡Mira qué lindo árbol!". Estela sonrió y le dijo: "Sí, es muy bonito".
Martín pensó durante unos segundos y luego dijo: "Mamá, este árbol me recuerda lo mucho que te amo". Estela se sorprendió gratamente al escuchar esas palabras tan sinceras y abrazó fuertemente a Martín.
Ella sabía lo difícil que era para él expresar sus sentimientos, pero también sabía que su amor por ella era inmenso. A partir de ese día, Martín encontró diferentes maneras de demostrarle a Estela cuánto la amaba.
Le ayudaba con las tareas del hogar, le escribía pequeñas notas de agradecimiento y le daba abrazos y besos sin reservas. Pero Martín no solo quería agradecerle a Estela, también quería hacer algo especial por ella. Decidió preparar una sorpresa en secreto para el Día de la Madre.
Junto con Lucía y Valentina, organizó un desayuno especial en la cama para Estela. Prepararon panqueques, frutas frescas y su jugo favorito.
Cuando Estela se despertó esa mañana y vio la bandeja llena de delicias frente a ella, no pudo contener las lágrimas de emoción. Abrazó fuertemente a sus hijos y les dijo: "¡Gracias chicos! Esto es lo mejor que me han regalado". Martín sonrió mientras veía la felicidad en los ojos de su mamá.
Ahora entendía que no siempre era necesario decir palabras para expresar el amor. A veces, las acciones hablaban más fuerte que cualquier frase. Desde aquel día en adelante, Martín nunca dejó pasar una oportunidad para decirle a Estela cuánto la amaba.
Ya no le costaba tanto encontrar las palabras adecuadas porque sabía que el amor se podía transmitir de muchas formas diferentes.
Y así fue como Martín aprendió una valiosa lección: que aunque pueda resultarnos difícil expresar nuestros sentimientos con palabras, siempre hay maneras especiales de agradecer y mostrar amor a quienes más nos importan.
FIN.