Martita, la defensora de los valores
Martita era una niña alegre y curiosa que estaba emocionada por empezar la escuela. Sus padres, Laura y Juan, le habían inculcado desde pequeña la importancia de los valores, la conciencia, la libertad y la moral.
Sabían que en el colegio Martita aprendería muchas cosas nuevas, pero también querían asegurarse de que ella se mantuviera fiel a sus principios. El primer día de clases llegó y Martita caminaba junto a sus padres hacia el edificio escolar.
Al entrar al salón de clases, vieron a otros niños jugando y riendo. La maestra, la Señorita Ana, les dio una cálida bienvenida. - Buenos días a todos -dijo la Señorita Ana-. Hoy tenemos una nueva compañera llamada Martita.
¿Por qué no te presentas? Martita se puso tímida pero tomó valor para hablar frente a todos. - Hola a todos, me llamo Martita y estoy muy contenta de estar aquí.
Los demás niños sonrieron amablemente mientras Martita buscaba un lugar vacío para sentarse. Pronto comenzaron las actividades del día y Martita se dio cuenta de algo extraño: algunos compañeros parecían no tener conciencia sobre cómo tratar a los demás con respeto.
En el recreo, mientras jugaban en el patio del colegio, un niño empujó accidentalmente a otro haciendo que se cayera al suelo. - ¡Ja! ¡Eso te pasa por torpe! -se burló el niño empujador sin mostrar remordimiento alguno. Martita observó todo esto con preocupación.
No podía quedarse callada, sabía que debía actuar de acuerdo a sus valores. - Oye, eso no está bien. Deberías disculparte por lo que hiciste -dijo Martita valientemente al niño empujador. El niño se sorprendió y bajó la mirada avergonzado.
Pronto, se disculpó con el niño que había empujado y prometió ser más cuidadoso en el futuro. Martita se dio cuenta de que su intervención había generado un cambio positivo en ellos.
Desde ese día, Martita decidió convertirse en una defensora de los valores y la moral en su escuela. Un día, mientras jugaban en el patio durante el recreo, Martita notó algo extraño: algunos niños estaban excluyendo a otro compañero porque era diferente.
No le permitían participar en sus juegos y lo trataban mal. Martita recordó la importancia de la libertad y cómo todos merecían ser tratados con igualdad.
Se acercó al grupo de niños y les dijo:- Chicos, ¿no creen que todos merecen tener una oportunidad? Vamos a incluir a nuestro amigo aquí presente para que juegue con nosotros. Los demás niños reflexionaron sobre las palabras de Martita y finalmente aceptaron jugar juntos como un equipo.
El compañero excluido sonrió felizmente mientras se unía al juego. La fama de Martita como defensora de los valores comenzó a crecer dentro del colegio.
Los otros educadores notaron su compromiso e invitaron a Martita a dar charlas sobre la importancia de los valores, la conciencia y la moral. Martita aceptó emocionada y compartió sus experiencias con los demás niños, enseñándoles que todos tenemos la responsabilidad de actuar con bondad y respeto hacia los demás.
A medida que pasaba el tiempo, Martita se convirtió en un ejemplo a seguir para sus compañeros. Los niños comenzaron a valorar la importancia de los valores y a ser más conscientes de sus acciones.
Al final del año escolar, Martita recibió un reconocimiento especial por su dedicación y compromiso con la educación en valores. Estaba orgullosa de sí misma y sabía que había hecho una diferencia positiva en la vida de muchos niños.
Martita demostró que no importa cuán pequeños seamos, siempre podemos marcar la diferencia cuando actuamos según nuestros valores. Y así, junto a sus amigos y educadores, construyeron una escuela llena de conciencia, libertad y moral.
FIN.