Martita y el puente de la valentía



Había una vez una niña llamada Martita, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y naturaleza. Desde muy pequeña, Martita descubrió su pasión por correr y saltar.

Cada día, se levantaba temprano y salía a explorar el mundo con sus zapatillas puestas. Martita era una niña muy decidida y siempre se ponía metas para superarse a sí misma. Su primer objetivo fue llegar hasta la cima de la montaña más alta del pueblo.

Con entusiasmo, comenzó a subir mientras disfrutaba del aire fresco y el sonido de los pájaros cantando. Después de mucho esfuerzo, Martita finalmente llegó a la cima. Se sintió tan orgullosa que saltó de alegría.

Pero en ese momento, algo inesperado sucedió: ¡se encontró con una ardilla parlanchina!"¡Hola! Soy Susi, la ardilla parlanchina", dijo Susi emocionada. Martita quedó sorprendida al escuchar hablar a la ardilla y le respondió:"¡Hola Susi! Soy Martita ¿Cómo es que puedes hablar?".

Susi explicó que había encontrado una seta mágica en el bosque que le había dado el poder de hablar durante un tiempo limitado. "¡Qué increíble!", exclamó Martita asombrada. "¿Puedes enseñarme algo nuevo?"Susi sonrió y aceptó encantada.

Juntas comenzaron a practicar acrobacias como saltos mortales y piruetas en el aire. Martita estaba fascinada por todo lo que aprendía cada día gracias a su nueva amiga.

Un día, mientras practicaban en un prado cerca del río, Martita vio a un grupo de niños tristes y desanimados sentados en la orilla. Se acercó para averiguar qué les pasaba y descubrió que estaban frustrados porque no podían cruzar el río para jugar al otro lado.

Martita se propuso ayudarlos y recordó una vieja historia que le había contado su abuelo sobre un puente mágico escondido en el bosque. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia allí junto a Susi.

Después de mucho buscar, encontraron el puente mágico justo donde su abuelo lo había descrito. Con valentía, Martita atravesó el puente primero y llamó a los demás niños para que la siguieran. Todos quedaron maravillados al ver cómo Martita les mostraba el camino seguro.

"¡Eres increíble, Martita!", exclamaron los niños emocionados. "Gracias por ayudarnos". Martita sonrió con satisfacción y continuó corriendo y saltando por todo el pueblo, siempre dispuesta a alcanzar nuevas metas.

Cada vez que superaba un obstáculo o ayudaba a alguien más, se daba cuenta de lo feliz que eso la hacía. El tiempo pasó y Martita creció convirtiéndose en una joven atleta reconocida en todo el país.

Siempre recordaba aquellos días llenos de aventuras con Susi y cómo aprendió a valorar sus habilidades físicas para hacer felices a los demás. La historia de Martita inspiró a muchas personas a seguir sus sueños y trabajar duro para alcanzar sus metas.

Su espíritu valiente y generoso dejó una huella imborrable en el corazón de todos los que la conocieron. Y así, Martita demostró al mundo que correr y saltar no solo era divertido, sino también una forma de superarse a uno mismo y hacer del mundo un lugar mejor.

FIN.

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