Martita y las Zanahorias Mágicas
Había una vez, en el zoológico de Guadalajara, una nutria llamada Martita. A diferencia de muchas otras nutrias, a Martita no le gustaban las zanahorias. Le encantaban los pescados frescos y las galletitas de su cuidador, pero jamás había probado una zanahoria. Siempre las desechaba cuando le ofrecían, haciéndole un pequeño gesto de desagrado a quien intentara dárselas.
Un día brillante y soleado, mientras Martita descansaba en la orilla de su estanque, llegó un niño llamado Lucas. Lucas tenía una gran sonrisa en su rostro y una energía contagiosa. Había ido al zoológico con su familia y, al pasar junto al estanque de Martita, se quedó maravillado con su belleza.
"¡Hola, nutriotita!" - gritó Lucas emocionado. "¿Querés probar una zanahoria?"
Martita, al escuchar la palabra 'zanahoria', frunció el ceño y se dio la vuelta, ignorando al niño.
Pero Lucas no se dio por vencido. Decidió acercarse más, sosteniendo en sus manos la zanahoria más hermosa que había encontrado en su casa: era de un brillante color naranja y perfectamente fresca.
"¡Por favor, Martita! ¡Es la zanahoria más deliciosa del mundo!" - insistió Lucas, moviendo la zanahoria frente a ella. "¡Vas a ver cómo te va a encantar!"
Martita miró la zanahoria un momento, y aunque aún dudaba, algo en la forma en que el niño la miraba la hizo sentir curiosidad. Así que, para no herir los sentimientos de Lucas, decidió acercarse y darle una oportunidad. Al dar el primer mordisco, se sorprendió de lo rica que era, tan dulce y crujiente.
"¡Es increíble!" - exclamó Martita, con los ojos brillando de alegría. "¿De dónde sacaste esta zanahoria tan especial?"
Lucas sonrió ampliamente. "La cultivamos en casa, ¡es de nuestro jardín!" - respondió. "Cada día cuido las plantas con mi mamá. Les doy agua y les hablo para que crezcan saludables."
Desde ese día, Martita y Lucas formaron una linda amistad. Cada vez que Lucas venía al zoológico, se aseguraba de traerle una zanahoria fresca a Martita. Juntos, pasaban horas jugando junto al estanque, charlando, e incluso Lucas le contaba historias sobre los misterios del jardín en su casa.
Pero un día, Lucas le contó algo que preocupó a Martita.
"Mañana tengo que ir a la escuela nueva, y puede que no pueda venir al zoológico por un tiempo."
Martita se sintió triste, no solo porque iba a extrañar a su amigo, sino que también tenía miedo de que se olvidara de ella. Así que decidió hacer algo especial. Fue a todas las zanahorias que Lucas le había traído y comenzó a hacer una pequeña colección en su estanque, decorando el lugar con ellas para que el niño siempre recordara su amistad.
Cuando llegó el día en que Lucas debía ir a la escuela, Martita le hizo una gran sorpresa. Cuando Lucas salió de su casa y se acercó al zoológico, vio una colorida exhibición de zanahorias alrededor de su estanque.
"¡Martita! ¿Hiciste esto para mí?" - preguntó Lucas, emocionado. "¡Es hermoso!"
Martita, llena de felicidad, nadó alrededor de las zanahorias. "Quiero que siempre recuerdes lo que compartimos, incluso si no puedes venir todos los días."
Lucas, con los ojos llenos de lágrimas de alegría, abrazó a Martita con cariño. "¡Siempre te llevaré en mi corazón! Y haré todo lo posible para volver pronto. Cada zanahoria que pruebe, me recordará nuestras aventuras juntas."
Finalmente, se despidieron, pero no sin prometerse que su amistad jamás se olvidaría. Martita aprendió que a veces las cosas que menos te gustan pueden transformarse en las más maravillosas si das una oportunidad, y Lucas descubrió que la verdadera amistad siempre se mantiene, sin importar la distancia. Y así, con el corazón llenito de amor y zanahorias, ambos miraron hacia el futuro con la esperanza de nuevas aventuras.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
FIN.