Martu y la Bicicleta Valiente



Había una vez una niña llamada Martu que adoraba andar en bicicleta. Cada día, después de la escuela, se subía a su bicicleta rosa con ruedas de apoyo y pedaleaba felizmente por el parque. Martu disfrutaba tanto de la brisa en su cara como de los suaves murmullos de las hojas al moverse con el viento. Sin embargo, había algo que la inquietaba: nunca había intentado sacar las rueditas de apoyo.

Una tarde soleada, Martu estaba en el parque jugando con sus amigos cuando vio a su vecina, Sofía, andar en bicicleta sin rueditas. Sofía se reía y hacía piruetas en el aire. Martu la miraba con admiración.

"¡Mirá a Sofía!" - gritó Lucas, uno de sus amigos. "¡Parece tan libre!"

Martu sintió un nudo en el estómago.

"Sí, pero yo no sé hacer eso..." - murmuró.

Martu decidió que era hora de enfrentar su miedo. Al día siguiente, se levantó con mucha determinación. En el desayuno, le dijo a su mamá:

"Mamá, hoy quiero sacar las rueditas de apoyo de mi bici."

La mamá de Martu sonrió y le respondió:

"¡Eso suena genial, cariña! ¿Te gustaría que te ayude?"

Martu asintió. Después de desayunar, fueron al patio y Martu observó cómo su mamá quitaba las rueditas, mientras el corazón le latía rápidamente.

"Respira hondo, Martu. Estoy aquí contigo" - la tranquilizó su mamá.

Martu se subió a la bicicleta. De inmediato, se sintió algo inestable, así que se agarró del manillar con fuerza. "¡No puedo!"

"Dale, si ya estás aquí. Solo pedaleá hacia adelante. Yo te sostengo, no te preocupes" - la animó su mamá.

Martu empezó a pedalear. Su mamá la sostenía y, poco a poco, comenzó a soltarse. Pero cuando Martu sintió que estaba haciendo equilibrio, la emoción le ganó, ¡se soltó! Ahí fue cuando se dio cuenta de que estaba pedaleando sola, sin rueditas.

"¡Mirá, mamá, estoy andando!" - gritó, feliz.

Pero en su alegría, al mirar hacia atrás para ver a su madre, perdió el equilibrio y, ¡paf! , se cayó al suelo. Se levantó con las rodillas un poco raspadas.

"¡Ay!" - se quejó, mientras sus amigos corrían hacia ella.

"¿Estás bien?" - preguntó Lucas, preocupado.

"No pasa nada, solo fue un tropiezo" - respondió Martu con una sonrisa, aunque se sentía un poco triste.

Sofía se acercó y le dijo:

"Todos al principio caen. Yo también me caí un montón de veces antes de aprender. ¡Lo importante es que estás intentando!"

Las palabras de Sofía le dieron otra perspectiva. "¿De verdad?" - preguntó Martu, con los ojos brillantes.

"Sí, cada caída es una oportunidad para aprender a levantarte. Y cuando aprendas, sentirás la libertad de andar sin rueditas" - afirmó Sofía.

Martu sonrió y se dijo que lo intentaría de nuevo. El grupo de amigos la alentó a probar una vez más. Martu subió nuevamente a la bicicleta y esta vez, sabía exactamente lo que tenía que hacer. Pedaleó con fuerza, manteniendo su mirada al frente y, aunque tambaleó un poco, logró avanzar unos metros más.

"¡Bien! ¡Ahora seguí!" - gritó Lucas emocionado.

Con un profundo aliento y sintiendo la brisa en su cara, Martu empezó a pedalear con más confianza. Cada pedaleada era un paso más hacia la valentía. Las caídas ya no le parecían tan aterradoras. A medida que avanzaba, su sonrisa se hacía más grande, hasta que al final, logró girar hacia su mamá que estaba animándola.

"¡Lo logré, mami!" - exclamó, llena de alegría.

"¡Eres increíble, Martu!" - le respondió su madre con orgullo.

Desde aquel día, Martu no volvió a mirar atrás. Sus amigos incluso la aplaudieron por su valentía. Y cada vez que se caía, se levantaba con una sonrisa, recordando las palabras de Sofía: "Cada caída es una oportunidad."

Y así, Martu descubrió que el miedo a veces solo es un paso más antes de lograr algo grandioso. Ahora, la bicicleta y su valentía siempre estaban juntas, listos para nuevas aventuras en el parque.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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