Maruca y el Monstruo de la Procrastinación
Había una vez, en un pequeño pueblo, una niña llamada Maruca. Maruca era una —"bit" muy especial, llena de color y energía. Tenía una cabeza llena de sueños y planes grandiosos. Pero había un pequeño problemita: su sombra, la cual se llamaba Max, era un monstruo de procrastinación que siempre la seguía a todos lados.
Una mañana, Maruca se despertó con una idea brillante. "¡Hoy voy a construir un castillo de cartón!"- exclamó emocionada. Sacó su agenda y comenzó a hacer una lista de lo que necesitaba. Pero, justo cuando estaba por empezar, Max apareció de la nada. "¿Para qué tanto apuro, Maruca? Mejor vamos a jugar un rato primero", dijo con una voz suave y persuasiva.
Maruca dudó. "Está bien, solo un ratito", se dijo a sí misma. Así, decidió posponer la construcción del castillo y se fue a jugar al parque. Pero de repente, mientras jugaba, vio a un grupo de niños construyendo un castillo impresionante con cajas. Su corazón se llenó de tristeza. "Si lo hubiera hecho antes, podría estar ahí con ellos", pensó.
Cuando regresó a casa, Maruca se sintió culpable. "¡Max! ¿Por qué siempre me haces procrastinar?"- le reclamó. Max, un poco avergonzado, le respondió: "Es que jugar es muy divertido, Maruca. Pero a veces, retrasar las cosas también nos hace perder lo que realmente queremos."
Esa noche, mientras Maruca se acomodaba en la cama, tuvo una idea. "¡Voy a hacer un plan!"- decidió. Sacó su agenda y, bajo la luz de la luna, comenzó a escribir todos sus sueños y cómo podía realizarlos paso a paso. Escribió: "Construir el castillo", "Aprender a tocar la guitarra", "Hacer un jardín de flores".
Al día siguiente, Maruca empezó a implementar su plan. Comenzó con el castillo. "Para hacer el castillo, primero necesito cajas grandes"-, se dijo en voz alta decidida. Pero apareció Max nuevamente. "Hoy puede ser un buen día para ver televisión, Maruca"- sugirió.
Maruca lo miró y dijo: "No, Max. Hoy es un buen día para construir el castillo. Voy a buscar las cajas primero". Max se sorprendió. Era la primera vez que Maruca lo desafiaba.
Maruca salió a la calle buscando cajas. Se encontró con su amigo Lucas. "Hola, Maruca. ¿Qué hacés?" -preguntó él. "¡Voy a construir un castillo de cartón!"- respondió Maruca con emoción.
"Eso suena increíble. ¿Puedo ayudarte?", preguntó Lucas. Maruca sonrió. "¡Sí! Cuantos más seamos, más divertido será". Juntos, decidieron ir a las tiendas del barrio a pedir cajas. Muchos vecinos les dieron cajas de diferentes tamaños.
Ya de vuelta en casa, Maruca y Lucas empezaron a construir el castillo. Pero mientras trabajaban, se dieron cuenta de que se habían dejado de lado muchos de los sueños que Maruca había anotado en su agenda. "Maruca, ¿te gustaría que hagamos la guitarra después de terminar el castillo?"- sugirió Lucas.
"¡Sí! Y también podría plantar algunas flores en el jardín"- respondió Maruca entusiasmada. Max, quien había estado mirando desde un rincón, estaba impresionado. "Chicos, ¿les importa si me uno?"- preguntó.
"¿Vos, Max?"- inquirió Maruca. "Sí. Quiero ayudar a que Maruca cumpla sus sueños. Me he dado cuenta de que es mucho más divertido mantenernos ocupados en vez de posponer las cosas"-, dijo Max, algo avergonzado.
Finalmente, el castillo de cartón estaba terminado. Era majestuoso, lleno de colores y hasta tenía una bandera hecha de un pañuelo. "¡Lo logramos!"- exclamó Maruca. Sintiéndose orgullosa, miró a Lucas y a Max que estaban felices también.
"Ahora podemos ir a tocar la guitarra"- dijo Maruca, y todos se pusieron a trabajar. Aprendieron a tocar juntos las canciones que tanto les gustaban.
Días después, Maruca decidió que era hora de sembrar flores. "Vamos a hacer un hermoso jardín juntos"- les dijo a sus amigos. Con cada nueva actividad que realizaban, Maruca se sentía más fuerte y capaz de vencer a su sombra, Max.
Así, Maruca se dio cuenta de que los sueños no se cumplen por sí solos. Con esfuerzo, buenos amigos y un plan, todo podía llegar a ser posible. Y lo más importante, aprendió a no dejarse llevar más por la procrastinación.
A partir de entonces, Maruca y Max eran inseparables, no en el sentido de que Max le retrasara las cosas, sino que se convirtieron en un gran equipo que trabajaba en conjunto. Cada vez que se les ocurría una nueva idea, sabían que la podían lograr si se organizaban y no dejaban que la diversión los distrajera de sus sueños.
Y así, Maruca y sus amigos vivieron muchas aventuras, siempre recordando que la clave estaba en organizarse y disfrutar del proceso. ¡Y, quizás, algún día construir un castillo aún más grande, uno en el que pudieran vivir juntos las mil y una aventuras!
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.