Maruja y el Reino de las Burbujas Mágicas


Había una vez en un reino muy particular donde todo era dulce y delicioso.

En ese lugar vivía Maruja, una bruja muy especial que tenía la habilidad de hacer las burbujas más grandes y brillantes que se hayan visto jamás. A Maruja le encantaba pasear por las calles de chocolate negro amargo y admirar las casas con paredes de galletas de vainilla.

Un día, mientras Maruja estaba haciendo burbujas en la plaza del pueblo, escuchó unos ruidos extraños que venían de una casa cercana. Se acercó curiosa y vio a dos duendes discutiendo frente a una puerta hecha de caramelo derretido. "¿Qué sucede aquí?" -preguntó Maruja con voz amable.

Los duendes se miraron entre sí y luego uno de ellos explicó: "Estamos tratando de arreglar esta puerta, pero no podemos ponernos de acuerdo en qué pegamento usar". Maruja sonrió y les ofreció su ayuda.

Con un poco de magia, hizo aparecer tres tipos diferentes de pegamento: crema de leche, dulce de leche con nuez y crema de frutilla. Los duendes quedaron sorprendidos por la generosidad y habilidades mágicas de Maruja.

"¡Gracias, querida bruja! ¡Eres increíble!" -exclamaron los duendes emocionados al ver cómo la puerta quedaba perfectamente arreglada con el pegamento elegido por cada uno. Maruja se despidió sonriente y continuó su paseo por el reino dulce.

Mientras caminaba, pensaba en lo importante que es trabajar juntos y respetar las diferencias para lograr grandes cosas. De repente, vio a un grupo de hadas tristes junto a un árbol hecho completamente de algodón azucarado. "¿Qué les ocurre? ¿Por qué están tan tristes?" -preguntó Maruja preocupada.

Las hadas explicaron que su árbol mágico había perdido todo su brillo y color, volviéndose opaco y sin vida. Maruja se acercó al árbol y lo observó detenidamente; entonces tuvo una idea brillante.

Con sus manos expertas en magia burbujeante, comenzó a hacer pompas gigantes llenas de colores vibrantes que explotaban sobre el árbol como pequeñas explosiones mágicas. Poco a poco, el árbol recuperaba su vitalidad y resplandor original, llenando el aire con un aroma dulce y reconfortante.

Las hadas saltaban emocionadas alrededor del árbol mientras cantaban melodías alegres para celebrar la magia restaurada gracias a Maruja. La noticia sobre los actos heroicos e inspiradores de Maruja se extendió rápidamente por todo el reino dulce.

La gente empezó a buscarla para pedirle consejos o simplemente para disfrutar del espectáculo fascinante que ofrecía con sus burbujas multicolores. Maruja descubrió así que su verdadero poder no residía solo en hacer burbujas hermosas, sino en ayudar a los demás con bondad e ingenio cuando más lo necesitaban.

Y así siguió viviendo felizmente en aquel reino tan peculiar donde los techos eran comestibles pero los corazones siempre estaban llenos de amor y gratitud hacia ella.

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