Maryi, la futura doctora de Puerto Patiño
En el pintoresco pueblo de Puerto Patiño, donde el sol brillaba como si cada día fuera un regalo, vivía una niña llamada Maryi. Desde pequeña, Maryi siempre había tenido un anhelo especial: quería ser doctora. No solo porque admiraba a los médicos por su valentía y dedicación, sino porque siempre había soñado con ayudar a los demás.
Con su mochila al hombro y sus libros en la mano, Maryi asistía a la escuela con gran entusiasmo. Desde que empezó a estudiar, mostraba una dedicación admirable.
"¿Por qué te gusta tanto la medicina?" - le preguntó su amiga Sofía un día en el recreo.
"Porque quiero curar a las personas y hacer que se sientan mejor. La salud es lo más importante" - respondió Maryi, con una sonrisa en el rostro.
Mientras pasaban los años, Maryi no solo se destacaba en sus estudios, sino que también era muy atenta con sus compañeros. Siempre ayudaba a los que tenían problemas con las tareas, y su amor por aprender se volvía contagioso.
Un día, durante la clase de ciencias, la maestra presentó un proyecto en el que los alumnos debían investigar sobre el cuerpo humano.
"¡Esto me encanta!" - exclamó Maryi, sus ojos brillando de emoción. "Podemos aprender sobre cómo funciona nuestro cuerpo y cómo podemos ayudar a cuidarlo".
Con gran determinación, Maryi se dedicó a investigar y a prepararse. Pasó horas en la biblioteca, buscando información y hablando con personas que trabajaban en el área de la salud. Se encontró con un dentista llamado el Dr. Martín que le dijo:
"Nunca dejes de aprender, Maryi. La medicina es un campo apasionante y siempre hay algo nuevo por descubrir."
Con cada nueva lección, Maryi se sentía más cerca de cumplir su sueño. Pero un día, se encontró con un obstáculo inesperado.
"Maryi, no puedo seguir con el proyecto, me siento mal" - le confesó Flor, su amiga que había estado trabajando con ella.
"¿Qué pasó?" - preguntó Maryi. "Me duele la cabeza y creo que no podré presentarlo".
Maryi sintió un nudo en el estómago. En ese momento, recordando lo que había aprendido, decidió ayudar a su amiga antes que nada.
"Vamos a la sala de salud de la escuela, Flor. Puede que necesites un poco de descanso y agua".
En la sala, la enfermera, que conocía a Maryi por su interés en la medicina, la miró con una sonrisa.
"Maryi, qué bueno verte aquí. ¿Cómo estás?"
"Estoy bien, pero mi amiga necesita ayuda. La cabeza le duele mucho. ¿Qué podemos hacer?" - dijo Maryi, mostrando su lado responsable.
La enfermera le explicó cómo cuidar a alguien que no se sentía bien y preparó un vaso de agua y un poco de menta, algo que aliviaba. En ese momento, Maryi se sintió como una verdadera doctora.
"Gracias, Maryi. Eres una gran amiga" - dijo Flor, sintiéndose mejor rápidamente.
Días después, el gran día del proyecto llegó. Maryi y Flor presentaron su trabajo sobre el sistema circulatorio. Maryi, nerviosa pero emocionada, compartió todos sus conocimientos con pasión.
"Y el corazón es el motor que hace que la sangre circule por nuestro cuerpo, es muy importante cuidarlo" - dijo al final.
El profesor aplaudió y dijo:
"¡Excelente trabajo, chicas!"
Maryi sintió una alegría inmensa. Aquel momento no solo fue el reconocimiento de su esfuerzo, sino también una reafirmación de su sueño.
A partir de ese día, Maryi se comprometió aún más con sus estudios y su labor de ayudar a los demás. Sabía que ser doctora sería un camino que requeriría esfuerzo, pero cada vez se sentía más segura de que era lo que quería hacer. Y así, con dedicación y amor por lo que hacía, Maryi continuó su camino, inspirando a otros en Puerto Patiño a seguir sus sueños, mostrando que con esfuerzo y aplomo, todo es posible.
FIN.