Más Allá de la Luna
En un pequeño pueblito de Argentina, vivía una niña llamada Sofía. Desde su ventana, todas las noches miraba la luna y se preguntaba qué habría más allá de ella. Contemplando su brillo, soñaba con aventuras y misterios. Una noche, decidió que ya era hora de descubrirlo.
"¡Mamá, mamá! Quiero ir a la luna!" - exclamó Sofía emocionada.
"¿A la luna?" - respondió su mamá, riendo un poco. "Es muy lejos, Sofía. Pero si quieres aventurarte, debes prepararte bien".
"¡No importa!" - dijo la niña con una gran sonrisa "Voy a hacer una nave espacial con lo que encuentre en el jardín".
Así comenzó la aventura de Sofía. Se armó de cartones viejos, una caja de frutas y una manguera de jardín. Después de un par de días y muchas risas, su nave quedó lista. La pintó de colores brillantes y le puso el nombre de "Luna Voladora".
Una noche, decidió que era el momento de despegar. Se puso un casco que había hecho con un frasco vacío y un par de luces de juguete.
"¡Listo para despegar!" - gritó mientras se subía a su nave. Cerró los ojos, apretó los dientes y empezó a contar: "¡Tres, dos, uno... despegue!".
Sofía imaginó que la Nave comenzó a vibrar, y en un instante, sintió que flotaba. En su mente, voló alto, atravesando nubes esponjosas y estrellas brillantes. De repente, algo la hizo frenar.
"¿Qué es eso?" - preguntó Sofía, abriendo los ojos. Para su sorpresa, su nave estaba rodeada de pequeños seres brillantes. Eran unos duendecillos luminosos que vivían en un lugar llamado "El Jardín de Luz".
"¡Hola, visitadora!" - dijeron los duendecillos al unísono. "Te hemos estado esperando. Sabemos que tienes curiosidad".
"¡Sí!" - respondió Sofía. "Quiero saber qué hay más allá de la luna".
"Más allá de la luna, hay un mundo lleno de posibilidades y colores, pero para llegar, hay que manejar la creatividad y la bondad" - explicó uno de los duendecillos llamados Lúcido.
Sofía se sintió intrigada y lanzó una pregunta: "¿Puedo ver ese mundo?".
"Por supuesto," - dijo Lúcido "pero primero debes ayudar a iluminar nuestra colina. Cuantos más colores traigas, más luz tendremos".
Sofía pensó que era un desafío divertido. Con los duendecillos, buscó en su nave y encontró papeles de colores que había llevado. Juntos comenzaron a pegar los papeles en los árboles del Jardín de Luz. Cada vez que colgaban un papel, los árboles empezaban a brillar.
"¡Mirá, Sofía!" - chirriaron los duendecillos. "Cada color que traes trae alegría".
Sofía se sintió llena de felicidad al ver cómo su esfuerzo era recompensado. Después de un rato, el Jardín de Luz brillaba como nunca antes.
"¡Lo hicimos!" - gritó Sofía. "¡Cuántos colores tiene este lugar!".
Los duendecillos, contentos, le dijeron: "Ahora, como agradecimiento, vamos a mostrarte el mundo más allá de la luna".
Entonces, levantaron a Sofía y juntos volaron hacia arriba. Pasaron por lugares mágicos: mares de estrellas, montañas de cristal y praderas de arcoíris. Sofía no podía creer lo que veía.
"¡Esto es increíble!" - dijo, reflexionando sobre la aventura. "Nunca pensé que podría ver tanto".
"Todo esto es posible si cree en tus sueños y compartís alegría con otros" - le explicó Lúcido mientras volaban.
Después de un largo rato de exploración, llegó el momento de regresar.
"No quiero irme" - dijo Sofía con un brillo en los ojos.
"Siempre puedes volver, Sofía. La puerta a tu mundo está en tu corazón. Recuerda siempre compartir luz y color a donde vayas" - le dijo Lúcido.
De repente, Sofía sintió que su cuerpo comenzaba a moverse. Despertó en su cama.
"Fue todo un sueño... ¿o no?" - se preguntó. Se asomó por la ventana. La luna seguía brillante.
Sin pensarlo, Sofía se puso a dibujar todo lo que había visto y aprendido en su aventura. Desde ese día, nunca dejó de crear y compartir su arte. Aunque sabía que no podía volver a la luna, entendió que más allá de ella hay un inmenso universo lleno de posibilidades a través de la creatividad y el amor.
Y cada vez que miraba la luna desde su ventana, sonreía, sabiendo que sus sueños estaban más cerca de lo que pensaba.
FIN.