Más allá de las apariencias
El hombre avestruz, cuyo nombre era Juan, era un hombre sencillo y trabajador. Vivía en una pequeña casa cerca de la escuela donde trabajaba como conserje.
Todos los días se levantaba temprano, se preparaba el desayuno y salía rumbo a su trabajo. Un día soleado, mientras caminaba hacia la escuela, Juan vio algo extraño en el camino: ¡un avestruz! El enorme pájaro estaba parado allí, observándolo fijamente. Juan se acercó con curiosidad pero sin miedo.
- ¡Hola amiguito! ¿Qué haces por aquí? -preguntó Juan sonriendo. El avestruz lo miró con sus grandes ojos y repentinamente extendió sus alas y lo rasguñó en el brazo.
Juan sintió dolor pero no entendía por qué el ave había reaccionado de esa manera. Aunque herido, Juan decidió seguir su camino hacia la escuela.
Durante todo el día pensó en aquel extraño encuentro y se preguntaba si habría hecho algo mal para que el avestruz le haya atacado de esa forma. Al terminar su jornada laboral, regresó a casa preocupado. Sabía que necesitaba curarse las heridas del brazo antes de que empeoraran.
Mientras buscaba vendas en su botiquín de primeros auxilios, encontró un viejo libro sobre animales exóticos que había comprado hace años. Decidió hojearlo para distraerse un poco del dolor del brazo y fue entonces cuando encontró información sorprendente sobre los avestruces: eran animales muy territoriales y podían ser agresivos si se sentían amenazados.
Juan entendió que el avestruz no lo había atacado porque él hubiera hecho algo mal, sino simplemente por estar en su territorio. Aquella noche, con el brazo vendado y la mente llena de pensamientos, Juan decidió hacer algo diferente al día siguiente.
Al despertar, tomó una libreta y un lápiz y comenzó a escribir ideas para mejorar su trabajo como conserje.
Durante toda la semana, Juan puso en práctica sus nuevas ideas: pintaba los pasillos con colores vivos para alegrar el ambiente escolar, organizaba juegos divertidos durante los recreos e incluso plantó flores en el jardín de la escuela.
Los niños estaban encantados con los cambios y cada vez más curiosos sobre aquel hombre amable que siempre tenía una sonrisa en el rostro. Pronto, empezaron a llamarlo "Juan el Hombre Avestruz" debido a su encuentro con aquel pájaro peculiar.
Poco a poco, Juan dejó de sentirse herido por aquel incidente y aprendió a verlo como una oportunidad para crecer y mejorar. Comprendió que las adversidades pueden ser oportunidades disfrazadas y que cada experiencia puede enseñarnos algo valioso. Con el paso del tiempo, la fama de Juan se extendió más allá de la escuela.
Otros colegios solicitaron sus servicios como conserje e incluso le pidieron consejos para mejorar sus instalaciones. El Hombre Avestruz se convirtió en un ejemplo de superación y perseverancia para todos.
Y así fue cómo Juan descubrió que un simple rasguño podía transformarse en una lección de vida. Aprendió a no rendirse ante las dificultades y a convertir cada obstáculo en una oportunidad para crecer.
Desde aquel día, el Hombre Avestruz siguió trabajando con alegría y dedicación, inspirando a todos los que conocían su historia. Y aunque ya no se encontrara con avestruces en su camino, siempre llevaba consigo la lección de aquel encuentro: nunca juzgar a alguien por sus acciones sin conocer su verdadera historia.
FIN.