¡Más Árboles, Menos Problemas!



En un pequeño pueblo del Perú, un grupo de adolescentes pasaba sus tardes jugando en el bosque. Entre risas y juegos, descubrían un mundo mágico lleno de árboles altísimos, animales curiosos y flores de colores vibrantes. Sin embargo, todo eso estaba en peligro por la deforestación.

Un día, mientras recogían flores para hacer coronas, Sofía, la más observadora del grupo, notó algo extraño.

"Chicos, miren eso. ¿No ven que el bosque está menos denso?" -dijo, señalando un área donde los árboles parecían más alejados unos de otros.

"Es verdad. ¿Dónde fueron a parar esos árboles?" -preguntó Lucas, que siempre llevaba su cámara para capturar las aventuras del grupo.

El grupo decidió investigar y se acercó a la zona afectada. Allí encontraron maquinaria pesada y trabajadores que estaban talando árboles.

"¡No! ¿Qué están haciendo?" -gritó Valentina, indignada.

Los adultos los miraron con sorpresa. Uno de ellos, el encargado de la obra, se acercó.

"Estamos haciendo espacio para construir una nueva carretera. Es parte del desarrollo del país, chiquitos" -explicó.

"Pero, ¿no se dan cuenta de que están destruyendo nuestra casa?" -interrogó Mateo, que siempre había sido el defensor del bosque.

El adulto solo se encogió de hombros y regresó a su trabajo.

"No podemos quedarnos de brazos cruzados. Debemos hacer algo" -propuso Sofía, llena de determinación.

A la mañana siguiente, el grupo se reunió para planificar su estrategia.

"Podríamos hacer un cartel grande y llamativo para que toda la gente sepa lo que está pasando" -sugirió Valentina.

"Sí, y también podríamos organizar una marcha. Invitemos a todos los chicos del colegio" -agregó Lucas.

Fue así como se despertó la chispa de la movilización. Con cartulinas, pinceles y su pasión por la naturaleza, pasaron días creando el cartel.

"¡Salvemos el bosque! ¡Más árboles, menos problemas!" -decían mientras pintaban.

Finalmente llegó el día de la marcha. Todos los adolescentes marcharon por las calles de su pueblo, levantando su cartel y gritando con todas sus fuerzas.

"¡Queremos un futuro sostenible! ¡Basta de deforestación!"

Los adultos, al principio, los miraban con desdén, pero pronto, algunos comenzaron a unirse a la causa.

"¡Mira, hay más personas que se suman!" -exclamó Mateo con emoción.

Pero no todo fue fácil. Un grupo de empresarios llegó y les dijo que la carretera era necesaria para el desarrollo.

"Si no avanzamos, el país no crecerá" -argumentó uno de ellos.

"¿Y a costa de qué?" -retó Sofía.

En ese momento, un anciano del pueblo, que había estado observando, se acercó.

"Debemos encontrar un equilibrio. La naturaleza y el progreso pueden coexistir" -sugirió con voz firme.

Los adolescentes miraron al anciano con admiración. Era un sabio que conocía cada rincón del bosque.

"Tal vez necesitamos hacer un llamado a la comunidad, juntar ideas de todos para encontrar una solución" -dijo la Valentina.

Con la ayuda del anciano, organizaron una reunión comunitaria donde todos podían expresar sus ideas. Pronto, comenzaron a salir propuestas innovadoras:

"Podríamos construir la carretera alternando con áreas de bosque que se preserven" -sugirió un agricultor.

"Y podríamos plantar más árboles alrededor de la nueva ruta para compensar los que se han perdido" -dijo una maestra del colegio.

Con el compromiso de la comunidad y el respaldo de los adolescentes, se logró un acuerdo donde la carretera se construiría, pero se dejarían áreas naturales para asegurar la conservación.

"Lo logramos, chicos. Nuestro bosque seguirá vivo" -celebró Lucas, mientras abrazaban a su grupo.

Y así, el joven grupo dejó una huella en su comunidad, no solo cuidando el bosque, sino también aprendiendo el valor de la unión y la lucha por lo que es correcto. Cada año, se organizaba una jornada de reforestación, donde todos en el pueblo plantaban árboles juntos para honrar la victoria de la naturaleza.

"Recuerden, chicos, cuando trabajamos unidos, podemos hacer maravillas" -dijo el anciano, sonriendo mientras miraba el bosque florecer.

Desde entonces, el pueblo no solo aprendió a cuidar su entorno, sino que también inspiro a otros a hacer lo mismo, demostrando que cada acción cuenta en la lucha contra la deforestación y en la búsqueda de un futuro mejor.

Y así, con más árboles y menos problemas, el pueblo siguió adelante, lleno de esperanza e inspiración.

FIN.

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