Mateo, Mariana y el Jardín Mágico
Un día soleado, Mateo y Mariana decidieron explorar el jardín de su casa. Cuando salieron, se dieron cuenta de que algo especial estaba por suceder.
- ¡Mirá, Mariana! -dijo Mateo emocionado-. ¡Las flores están brillando!
- ¡Es verdad, Mateo! -respondió Mariana. -Nunca había visto así a las flores. Parecen de colores más vivos que nunca.
Mientras inspeccionaban las flores, Mariana notó algo más. Al lado de un gran girasol, había una pequeña puerta de madera.
- ¡Vení, Mateo! -gritó Mariana con curiosidad-. ¡Hay una puerta! ¿Te animás a abrirla?
Mateo dudó un momento, pero su curiosidad pudo más.
- ¡Sí, vamos! -exclamó Mateo, mientras empujaba la puerta.
Al abrirla, encontraron un mundo mágico lleno de plantas que hablaban y árboles que cuentan historias.
- ¡Hola, amigos! -dijo una planta de colores brillantes-. Bienvenidos a nuestro Jardín Mágico.
- ¡Guau! -exclamó Mariana-. ¡Las plantas pueden hablar!
- Claro que sí -respondió una planta con hojas doradas-. Necesitamos ayuda. Hay unas semillas perdidas que deben ser plantadas. Sin ellas, nuestro jardín marchitará.
- ¡Nosotros podemos ayudar! -dijo Mateo con determinación.
Los tres se pusieron a buscar por todo el jardín. Buscaron debajo de las piedras, detrás de los árboles y hasta dentro de los ríos de agua cristalina.
- ¡Acá hay una! -gritó Mariana, señalando una semilla brillante en el suelo.
- ¡Genial! -dijo Mateo entusiasmado. -Sigamos buscando.
Finalmente, encontraron cinco semillas en total. Las plantas estaban muy contentas.
- ¡Gracias, amigos! -dijo la planta de colores brillantes-. Por favor, planten las semillas en el suelo junto a nosotros.
- ¿Cómo lo hacemos? -preguntó Mariana curiosa.
- Es muy fácil. Primero, hay que hacer un pequeño agujero con las manos, luego poner la semilla adentro, cubrirla de tierra y darle un poco de agua. -explicó la planta.
Mateo y Mariana se pusieron manos a la obra. Con cuidado, hicieron pequeños hoyos y colocaron las semillas. Después, regaron con un poco de agua que trajeron en un cubo.
- ¡Ahora hay que esperar! -dijo Mariana.
- ¡Sí! -respondió Mateo-. Espero que crezcan rápido.
La planta de colores brillantes sonrió.
- Con su amor y cuidado, crecerán muy pronto.
Cuando terminaron, el jardín empezó a brillar aún más. Las flores danzaban y contaban historias de las aventuras que vivieron.
- ¡Mirá, Mariana! -dijo Mateo-. ¡Ya están empezando a crecer!
- ¡Son hermosas! -contestó Mariana, muy emocionada.
Pasaron un rato más disfrutando del jardín mágico y las plantas agradecieron a Mateo y Mariana por su ayuda. Pero llegó el momento de regresar a casa.
- Nos encantaría volver a verlos. -dijo Mariana.
- ¡Siempre serán bienvenidos! -respondió la planta dorada-. Recuerden: cuidar de las plantas es cuidar de la naturaleza.
Mateo y Mariana prometieron regresar y se despidieron del Jardín Mágico, emocionados por la aventura que habían tenido y listos para cuidar de su propio jardín en casa. Al salir, la pequeña puerta se cerró de a poquito detrás de ellos, pero sus corazones llevaban la magia y el amor por las plantas.
Desde aquel día, Mateo y Mariana no solo se encargaron de cuidar sus plantas, sino que también enseñaron a sus amigos a hacer lo mismo. ¡Y así, el amor por la naturaleza se multiplicó!
Y así, Mateo y Mariana aprendieron que las plantas y flores, además de ser hermosas, son amigas que hay que cuidar.
FIN.