Mateo y el Bosque Encantado



Mateo era un niño curioso y valiente de diez años. Un día, mientras exploraba el patio trasero de su casa, descubrió una pequeña puerta escondida detrás de unos arbustos.

"¡Mirá lo que encontré!" - exclamó Mateo, emocionado, mientras abría la puerta.

Al abrirla, se encontró con un sendero que serpenteaba hacia un denso bosque encantado. Con su corazón latiendo rápido, decidió seguir el camino. Había algo mágico en el aire; las hojas brillaban con tonos de verde y dorado, y se escuchaban cantos suaves que parecían venir de todas partes.

Mientras caminaba, un pequeño conejo de pelaje suave salió de detrás de un árbol. Tenía ojos grandes y brillantes que lo miraban con curiosidad.

"Hola, pequeño amigo, ¿sabes dónde estoy?" - le preguntó Mateo.

"Sí, estás en el Bosque de las Maravillas. Yo soy Rayo. ¿Quieres descubrir sus secretos?" - respondió el conejo.

Mateo asintió entusiasmado. Juntos, comenzaron su aventura. Rayo lo llevó hasta un arroyo de agua cristalina donde los peces jugaban entre las piedras.

"¡Mirá!" - dijo Rayo, brincando de alegría. "Los peces del bosque son muy especiales. Pueden hablar."

Mateo se inclinó sobre el agua. "¿En serio?" - preguntó, sorprendido.

"¡Sí! A ver, preguntale algo a uno de ellos!" - sugirió Rayo.

Mateo, emocionado, se dirigió a un pez que parecía el más atrevido.

"Hola, pez. ¿Qué es lo más divertido que hay en este bosque?" - preguntó.

"¡Las carreras de hojas!" - contestó el pez, haciendo burbujas. "Cada otoño, las hojas compiten para ver cuál llega más lejos por el arroyo. ¡Espectacular!"

Mateo sonrió, imaginando las hojas deslizándose sobre el agua. Pero, de repente, Rayo se puso serio.

"Mateo, hay algo que debes saber. Hay un árbol muy viejo al que llaman el Guardián del Bosque. Sus ramas están muy tristes porque alguien ha maltratado la naturaleza. Si no hacemos algo, el bosque perderá su magia."

"¿Qué puedo hacer yo?" - preguntó Mateo, decidido a ayudar.

"¡Ven! Te llevaré hasta el Guardián!" - exclamó Rayo, conduciendo a Mateo más adentro del bosque.

Llegaron ante un gran árbol cubierto de flores coloridas, pero en su tronco había marcas de hacha y ramas quebradas.

"Oh, pobre Guardián..." - dijo Mateo, sintiendo pena. "¿Cómo podemos ayudarlo?"

El árbol habló con una voz profunda y suave. "¡Hola, pequeño! Necesito que enseñes a otros a proteger la naturaleza. Debes correr la voz sobre lo que hemos perdido."

Mateo se sintió un poco asustado, pero valiéndose de su valentía, aceptó.

"¡Lo haré! Les diré a todos que tenemos que cuidar nuestro hogar." - respondió.

"Bien hecho, Mateo. Su espíritu y el del bosque dependen de ti." - dijo el Guardián.

Con renovada confianza, Mateo salió del bosque, tomando nota de lo que vio. Habló con sus amigos y familiares sobre lo importante que era cuidar el medio ambiente.

"Cuidemos de nuestros árboles y animales. ¡Cada pequeña acción cuenta!" - les decía, compartiendo su aventura.

A medida que pasaron los días, Mateo vio cómo su comunidad comenzó a unirse. Plantaron árboles, limpiaron el arroyo y aprendieron sobre el amor por la naturaleza.

Un día, mientras estaba en su patio trasero, miró hacia el bosque.

"¡Gracias, Rayo! ¡Gracias, Guardián!" - exclamó.

Y desde ese día, el bosque brillaba más que nunca, lleno de vida y magia.

FIN.

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