Mateo y el globo perdido
Era un hermoso día soleado en el parque de la ciudad. Mateo, un niño de seis años, jugaba felizmente con su globo amarillo, su juguete favorito. - ¡Mirá, mamá! - gritaba mientras corría y hacía girar el globo en el aire. Su madre le sonreía desde una banca, disfrutando de la felicidad de su hijo.
De pronto, un fuerte viento apareció de la nada. Mateo sintió que su globo se le escapaba de las manos. - ¡Nooo! - exclamó cuando vio cómo el globo se elevaba en el aire. - ¡Atrápalo, mamá! - Pero el globo amarillo, como un pequeño sol que volaba, se alejaba rápidamente.
- ¡Espera, globo! - gritó Mateo corriendo tras él, pero ya era demasiado tarde. En cuestión de segundos, el globo había desaparecido en el horizonte.
Mateo se sintió triste y decepcionado. - ¡He perdido mi globo amarillo! - le dijo a su madre con los ojos llenos de lágrimas.
- No te preocupes, hijo - le respondió su mamá, abrazándolo. - Creo que podemos intentar encontrarlo.
Con renovada energía, Mateo y su mamá decidieron buscar el globo por todo el parque. Empezaron mirando hacia las copas de los árboles.
- ¿Ves algo ahí arriba? - preguntó la mamá.
- No, solo hojas y más hojas - contestó Mateo rascándose la cabeza.
Siguieron caminando y se encontraron con un grupo de niños que jugaban a la pelota. - ¡Hola, chicos! - dijo Mateo. - ¿Alguien vio un globo amarillo?
- ¡Sí! - respondió una niña de pelo rizado. - Lo vi volar hacia el lado del estanque.
- ¡Vamos! - exclamó Mateo emocionado. Corrieron hacia el estanque, llenos de esperanza, pero no había rastro del globo.
- ¡Sigamos buscando! - sugirió su mamá. Se adentraron en un pequeño sendero cubierto de flores y arbustos, cuando de repente, Mateo escuchó un ruido.
- ¿Qué fue eso? - preguntó con curiosidad.
- No sé, vamos a investigar - respondió su madre. Al acercarse, encontraron un pequeño grupo de mariposas revoloteando.
- ¡Son hermosas! - dijo Mateo.
- Sí, pero no creo que ahí esté tu globo amarillo. - Pero antes de que Mateo pudiera decir algo, una mariposa se posó en su nariz. - Mirá, parece que le gusta tu brillo - dijo su mamá riendo.
De pronto, otra mariposa se estiró y voló hacia el cielo. Mateo la siguió con la mirada y, al levantar la vista, vio a un pájaro que parecía estar atrapando algo en el aire. - ¡Allí! - gritó, señalando al pájaro. - ¡El globo!
- ¡Espera, no lo asustes! - le dijo su mamá, pero Mateo ya había comenzado a correr para acercarse al pájaro.
El pájaro, al sentir la presencia de Mateo, dejó caer el globo y este aterrizó suavemente en una cerca cercana. Mateo sonrió lleno de alegría.
- ¡Lo encontré! - gritó mientras corría hacia el globo.
- ¡Buen trabajo, Mateo! - dijo su mamá. - A veces, las cosas no salen como esperamos, pero eso no significa que debamos rendirnos.
Mateo abrazó su globo amarillo, sintiéndose orgulloso de no haberse dado por vencido. - ¡Gracias, mamá! - dijo feliz.
- Recuerda, siempre hay que seguir buscando. La vida está llena de sorpresas - le recomendó su madre con una sonrisa.
Con el globo en mano, decidieron regresar a su lugar en el parque. Al llegar, Mateo vio que los otros niños estaban jugando y decidió unirse. - ¡Miren mi globo amarillo! - les dijo emocionado. - ¡Vamos todos a jugar juntos!
Y así, Mateo aprendió que, aunque a veces las cosas se pierden, siempre hay una forma de recuperar la alegría si no te rindes. El día terminó con risas y diversión, y un globo amarillo que ahora brillaba más que nunca, recordándole que la perseverancia siempre vale la pena.
FIN.