Mateo y el Hada del Bosque



Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en un pequeño pueblo cerca de un hermoso bosque. Mateo era muy curioso y le encantaba explorar la naturaleza. Un día, decidió aventurarse más adentro del bosque que nunca antes. Mientras caminaba, escuchó un dulce canto que venía de entre los árboles. Siguiendo el sonido, pronto descubrió a una hermosa hada que danzaba entre las flores.

"¡Hola, pequeño!" - dijo el hada con una voz melodiosa.

"¡Hola! Soy Mateo. ¿Quién eres tú?" - respondió el niño, un poco sorprendido.

"Soy Flora, el hada del bosque. Cuido de este lugar y de todos los seres que viven en él. ¿Te gustaría hacer un deseo?" - dijo el hada, brillando con luz tenue.

Mateo pensó por un momento. Había tantas cosas que deseaba, pero algo dentro de él le decía que debía usar ese deseo con sabiduría. Finalmente, dijo:

"Quiero que todos en mi pueblo puedan aprender a cuidar de la naturaleza como tú lo haces."

El hada sonrió, impresionada por la pureza del deseo de Mateo.

"Tu deseo es noble, querido Mateo. Hecho está. Pero recuerda, un deseo puede traer sorpresas" - advirtió Flora antes de desaparecer en un destello de luz.

Al volver a casa, Mateo no notó nada diferente al principio. Pero al día siguiente, los habitantes del pueblo comenzaron a comportarse de manera extraña. Todos se despertaron con una energía inusual y salieron de sus casas llevándose palas, cepillos y bolsas de basura.

"¿Qué está pasando?" - preguntó Mateo a su mamá.

"No lo sé, hijo, pero todos en el pueblo parecen querer limpiar y plantar árboles!" - le respondió, sorprendida pero alegre.

Mateo se unió a sus vecinos, quienes estaban comprometidos a restaurar el bosque, a plantar jardines y a cuidar del entorno. Sin embargo, pronto se dio cuenta que no todos se sentían felices con este cambio. Algunos habitantes querían seguir con sus viejas costumbres y no estaban dispuestos a colaborar.

Un día, Mateo decidió hablar con ellos. Se acercó al grupo de personas que estaban quejándose sobre el nuevo trabajo que tenían que hacer para cuidar la naturaleza.

"Entiendo que esto puede parecer mucho trabajo, pero también es una oportunidad. Si cuidamos el bosque, ¡podremos disfrutar de su belleza y frutos por mucho más tiempo!" - les dijo lleno de convicción.

Al principio, algunos lo miraron con desdén, pero luego comenzaron a reflexionar sobre sus palabras. Vieron que cada planta que creciera podría darles sombra, frutos y aire limpio.

"¡Tienes razón, Mateo!" - dijo uno de sus amigos. "Si no cuidamos la naturaleza, no solo afectamos al bosque, sino a nuestras propias vidas."

Así, la mayoría del pueblo se comprometió a cambiar sus hábitos y hacer de la protección del entorno una prioridad. Mateo se sintió muy feliz viendo a todos colaborar y trabajar juntos en el bosque. Con el tiempo, el lugar se transformó en una maravilla natural, lleno de árboles frutales, flores y animales que regresaron al área.

No obstante, Mateo también aprendió una gran lección: a veces, el deseo más maravilloso puede tener desafíos inesperados. Y que, si se desea un cambio, se debe estar dispuesto a trabajar por él.

Un día, mientras Mateo estaba en el bosque, se encontró nuevamente con Flora, el hada.

"Has hecho un gran trabajo, querido Mateo. Pero recuerda que el cambio real viene del esfuerzo de muchos, no solo de un deseo mágico. Siempre creé en lo que puedes lograr, por pequeño que seas. Porque todos juntos, podemos crear un mundo mejor."

- “¡Gracias, Flora! Nunca lo olvidaré,” respondió Mateo, llenándose de un profundo sentido de responsabilidad y amor hacia la naturaleza.

Desde ese día, Mateo, junto con su pueblo, se convirtió en un verdadero guardián del bosque, enseñando a las futuras generaciones la importancia de cuidar el planeta, todo gracias a un simple deseo y la magia de un hada. Y así, el bosque floreció más hermoso que nunca, gracias a la unión y esfuerzo de todos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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