Mateo y el Pincel Mágico



Había una vez, en un mundo gris y sin diversión, un niño llamado Mateo. Su entorno era sombrío y monótono, las nubes siempre cubrían el cielo, y los colores parecían haber desaparecido. A pesar de esto, Mateo era un niño alegre y soñador, que siempre encontraba maneras de alegrar su día.

Un día, mientras exploraba un viejo desván de la casa de su abuela, Mateo encontró un pincel cubierto de polvo. Al limpiarlo, notó que al tacto el pincel parecía vibrar, como si estuviera lleno de energía.

"¿Qué extraño pincel será este?", se preguntó. Decidido a averiguarlo, corrió al patio. Mateó cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que algo divertido apareciera. Con un trazo en el aire, el pincel comenzó a brillar. De repente, ¡un arcoíris brillante apareció en el cielo!"¡Guau! ¡Mirá lo que hice!", exclamó Mateo con asombro.

"¡Es impresionante!", gritó su amigo Tomás, quien se había acercado al ver el alboroto. "¿Cómo lo hiciste?"

Mateo sonrió.

"No lo sé, pero creo que este pincel tiene poderes mágicos. ¡Voy a probar otra cosa!"

Con un nuevo impulso de creatividad, dibujó un enorme tobogán de colores que iba desde una colina hasta el fondo del patio. Al terminar, se subió y, como si el tobogán cobrara vida, comenzó a deslizarse.

"¡Súbete!", le gritó a Tomás. Tomás no dudó un segundo y se lanzó con él, riendo y gritando de felicidad. Pronto, otros niños del barrio se unieron, todos clamando por ser parte de esa mágica aventura.

Sin embargo, a medida que la diversión crecía, una sombra aparecía en el horizonte. Era la figura de Don Griso, el alcalde del pueblo, conocido por su actitud seria y su odio a la diversión. Al ver lo que pasaba, se acercó con cara de pocos amigos.

"¡¿Qué está pasando aquí? ! Esto no puede ser! ¡Sáquenme esos colores de la vista!"

"Pero, Don Griso, estamos divirtiéndonos, ¡esto es una maravilla!", respondió Mateo.

"No quiero colores ni risas, aquí solo se trabaja. ¡El mundo debe seguir siendo gris!"

Mateo sintió que la alegría de los niños se desvanecía. Sin embargo, no se iba a rendir tan fácilmente. Sabía que su pincel tenía el poder de cambiar el mundo y decidió que necesitaba que Don Griso también experimentara la felicidad.

"Don Griso, si me deja, puedo mostrarle lo que puede hacer un toque de color en su vida. "

Don Griso, sorprendido por la propuesta, ni siquiera sabía qué responder, pero su curiosidad lo llevó a aceptar.

"¡Está bien! Solo porque soy el alcalde y tengo que verificar...".

Mateo tomó el pincel y, con un gran movimiento, pintó una hermosa flor de muchos colores justo frente a Don Griso.

"¡Mire! ¿No es maravillosa? ¡Imagínese un mundo lleno de flores y colores!"

Después de unos segundos, la cara de Don Griso empezó a ablandarse.

"Es… es hermosa", murmuró.

Con valentía, Mateo le dijo:

"Don Griso, todos merecemos un poco de alegría y color en nuestras vidas. ¿Por qué no permitimos que esta diversión se comparta con todo el pueblo?"

"Quizás… solo quizás, pueda intentarlo", admitió Don Griso, sintiendo cómo un pequeño destello de color comenzaba a brotar en su corazón.

Mateo aprovechó la oportunidad y pintó otros objetos: un parque lleno de juegos, una feria llena de luces y risas. Poco a poco, Don Griso se fue abriendo.

"¡Esto es increíble!", dijo, ahora inclinado sobre la mesa donde Mateo estaba pintando.

Finalmente, el alcalde decidió que había llegado el momento de cambiar. Movilizó a los ciudadanos, y juntos empezaron a llenar el pueblo de colores, juegos y alegría.

Los días grises se convirtieron en días brillantes, llenos de risas y diversión.

"¡Don Griso, volemos juntos!", gritó Mateo, subindo al gran globo que había creado con su pincel. A lo que Don Griso, con una gran sonrisa y renovada alegría, se unió junto a los otros niños.

"¡Viva el color!", gritaron todos en el aire, mientras el pueblo grey se transformaba en un lugar lleno de nuevas experiencias y sonrisas.

Así, Mateo y su pincel mágico enseñaron a todos, incluso al alcalde, que un poco de color y diversión puede cambiar el mundo. Desde entonces, el pueblo jamás volvió a ser gris.

FIN.

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