Mateo y el Secreto Divino


Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Un día, mientras jugaba en el bosque, se encontró con un ser misterioso vestido de blanco brillante.

- ¡Hola! ¿Quién eres? -preguntó Mateo con curiosidad. - Soy alguien muy especial, Mateo. Soy Dios -respondió el ser misterioso con una voz suave y cálida. Mateo quedó sorprendido por la revelación y no sabía qué decir.

Pero Dios sonrió y le dijo:- No tengas miedo, Mateo. He venido para darte un regalo muy importante: la clave de la felicidad.

El niño abrió los ojos emocionado y preguntó:- ¿Cuál es esa clave? Dios respondió:- La clave de la felicidad está compuesta por tres dones: la fe, la esperanza y la caridad. Si logras vivir de estos dones, encontrarás tu camino hacia mí y serás verdaderamente feliz. Mateo estaba confundido pero también emocionado ante esta increíble oportunidad.

Sin embargo, Dios advirtió:- Pero debes saber que alcanzar estos dones implicará pasar por ciertos sufrimientos y desafíos en tu vida. Solo así podrás aprender a valorarlos plenamente. El niño asintió con determinación y aceptó el desafío sin dudarlo.

A partir de ese día, Mateo comenzó a buscar activamente formas de cultivar esos dones en su vida diaria. Descubrió que tenía fe cuando creía en sí mismo y en las posibilidades infinitas que el mundo le ofrecía.

Aprendió que la esperanza estaba en su capacidad de soñar y nunca rendirse, incluso cuando las cosas eran difíciles. Y finalmente, descubrió que la caridad se encontraba en el amor desinteresado hacia los demás y en ayudar a quienes más lo necesitaban.

El camino no fue fácil para Mateo. Pasó por momentos de tristeza, decepción y desafíos inesperados. Pero cada vez que se sentía abrumado, recordaba las palabras de Dios y seguía adelante con valentía.

Con el tiempo, Mateo comenzó a notar cambios positivos en su vida. Se volvió más amable con sus amigos, más comprensivo con sus padres y más solidario con los menos afortunados.

Su fe se fortaleció al ver cómo los sueños que perseguía se convertían en realidad. Y su esperanza creció aún más al darse cuenta de que siempre había una luz al final del túnel.

Un día, mientras caminaba por el bosque pensando en todo lo aprendido, Mateo se encontró nuevamente con el ser misterioso vestido de blanco brillante. - ¡Dios! -exclamó emocionado-. He vivido de los dones que me diste: la fe, la esperanza y la caridad. Dios asintió orgulloso y dijo:- Has recorrido un largo camino, Mateo.

Has superado muchos desafíos y has demostrado ser un niño valiente y generoso. Mateo sonrió felizmente mientras Dios continuaba:- Ahora estás listo para encontrarte conmigo verdaderamente. Cierra los ojos y abre tu corazón.

Mateo siguió las instrucciones y, al abrir los ojos, se encontró en un lugar mágico y lleno de luz. Dios estaba allí, esperándolo con una sonrisa amorosa. - ¡Bienvenido a mi lado, Mateo! -dijo Dios-.

Ahora has alcanzado la clave de la felicidad y siempre estarás cerca de mí. El niño se sintió abrumado por la emoción y la alegría.

Había atravesado el sufrimiento y los desafíos, pero había encontrado algo aún más valioso: una conexión profunda con Dios y un camino hacia la verdadera felicidad. Desde ese día en adelante, Mateo vivió su vida con fe inquebrantable, esperanza eterna y caridad desbordante. Y aunque enfrentaba nuevos desafíos cada día, sabía que nunca estaría solo porque siempre tenía a Dios a su lado.

Y así, Mateo continuó inspirando a otros niños a vivir de esos dones para encontrar su propio camino hacia la felicidad.

Porque entendió que el verdadero tesoro no está en lo material, sino en las virtudes que llevamos dentro de nosotros mismos.

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