Mateo y el Viaje a través del Corazón



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño especial. Siempre llevaba consigo una mochila llena de coloridos juguetes y un corazón inmenso que latía con fuerza por su papá, quien vivía lejos, en una ciudad muy lejana.

Mateo miraba por la ventana de su habitación, donde colgaban delfines dibujados en un mural que él mismo había pintado. Mientras miraba hacia el cielo, deseaba que un rayo de sol lo llevara directamente a donde su papá estaba.

"¿Voy a jugar contigo, papá?" susurraba Mateo mientras sostenía su teléfono. La voz de su papá sonaba cálida y reconfortante, aunque estaba lejos.

"Mateo, mi campeón, siempre estoy contigo, aunque esté lejos. ¡Te quiero mucho!" respondió su papá desde el otro lado de la línea.

Mateo solía sonreír, pero a veces no podía evitar que unas lágrimas rodaran por su adorable rostro. "Quiero jugar, quiero tomar tu mano", pensaba, sintiéndose un poco solitario. La comunicación no siempre era fácil para él, y deseaba poder expresar todo el amor que sentía.

Un día, mientras Mateo jugaba con sus bloques de construcción, tuvo una idea brillante. "¡Haría un viaje a través de mi corazón!", decidió. ¿Cómo? Buscó en su mochila un pequeño cuaderno y comenzó a dibujar.

Primero, dibujó una gran carretera que llevaba a su papá. Luego, hizo un enorme corazón que brillaba, lleno de rayos de colores. Cada rayo representaba un recuerdo alegre con su papá.

"Voy a llevar mis sentimientos en esta aventura", dijo Mateo con una sonrisa. Con cada dibujo, sentía que construía un puente entre su corazón y el de su papá.

Mientras dibujaba, escuchó la voz de su mamá.

"¿Mateo, qué estás haciendo?" preguntó, asomándose a su habitación.

"Mamá, estoy haciendo un viaje a través de mi corazón para llegar a papá. Así podré jugar con él y decirle cuánto lo quiero", explicó con entusiasmo.

Su mamá, con una sonrisa de orgullo, se acercó y observó los dibujos. "Es hermoso, Mateo. ¿Te gustaría que lo enviaramos por correo?"

"Sí, por favor" respondió Mateo, más animado que nunca.

Al día siguiente, fueron juntos al correo. Mateo selló su dibujo con un abrazo y un beso. Sabía que su papá lo amaría. Pasaron días en los que esperó con ansias la respuesta de su papá. Cada llamada que hacía era más emocionante.

Una noche, mientras Mateo se preparaba para dormir, el teléfono sonó. Su corazón dio un salto.

"¡Hola!" contestó.

Era su papá, lleno de alegría.

"Mateo, recibí tu dibujo. ¡Es increíble! ¡Me hiciste un viaje a través del corazón!" exclamó su papá, emocionado.

Mateo sintió que su corazón se llenaba de felicidad. "¿Te gustó?" preguntó tímidamente.

"¡Me encantó! Y tengo una sorpresa para vos. Vendré a visitarte en dos semanas. ¡Vamos a jugar juntos!"

Mateo no podía creerlo, su corazón saltó de alegría. "¡Sí! ¡Quiero jugar!"

Después de esa llamada, cada día fue una cuenta regresiva. Todo el amor que había puesto en su dibujo parecía darle fuerzas para ser valiente y disfrutar de todo lo que le gustaba. Cuando el día del encuentro llegó, Mateo preparó su habitación como si fuera un lugar de fiesta: globos, dibujos, y una gran alfombra para jugar.

Cuando su papá llegó, Mateo corrió hacia él y lo abrazó fuerte.

"¡Papá! ¡Te extrañé tanto!" dijo Mateo con una gran sonrisa.

"Yo también, hijo. ¡Gracias por el viaje maravilloso!" respondió su papá mientras lo tomaba de la mano.

Y así, Mateo aprendió que los puentes de amor que construimos con nuestros corazones pueden acercarnos, sin importar la distancia. Desde entonces, cada vez que sentía que extrañaba a su papá, solo hacía un nuevo dibujo y se sentía más cerca de él.

Con su papá, descubrió que los recuerdos y el amor podían llenar cualquier vacío. Juntos, empezaron a crear nuevas memorias que se quedarían en su corazón para siempre.

FIN.

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