Mateo y la Aventura en la Playa



Era un caluroso día de verano cuando Mateo y sus amigos, Sofía y Lucas, se subieron a un avión con destino a España. Estaban muy emocionados por llegar a la playa y jugar en las enormes montañas de arena.

"¡No puedo esperar para tirarme de la montaña de arena!", exclamó Lucas con entusiasmo.

"Yo también quiero! Vamos a construir el castillo más grande de todos", añadió Sofía mientras empacaba sus juguetes de playa.

Cuando finalmente llegaron a la playa, el sol brillaba y el mar parecía un espejo. Después de dejar sus cosas, Mateo sugirió ir a explorar. Caminando por la orilla, vieron una gran montaña de arena que parecía un verdadero desafío.

Asomándose desde la cima de la montaña, vieron a un niño solo al pie de ella. Tenía una expresión de preocupación en su rostro y parecía no atreverse a subir.

"¿Por qué no subís?", le preguntó Lucas curiosamente.

"No sé... tengo miedo de caerme", contestó el niño, quien se llamaba Nico.

Mateo se acercó a Nico con una sonrisa.

"Está bien tener miedo, pero con cuidado podés hacerlo. ¡Mirá! Yo subo primero y te muestro!".

Mateo subió con mucho cuidado y luego se deslizó por la arena, gritando de alegría.

"¡Es súper divertido! Vení, Nico, ¡te va a encantar!".

Nico miró a sus nuevos amigos y sintió un poco de valentía.

"¿De verdad es seguro?",

"¡Claro! Solo tenés que hacerlo despacito y mantenerte agachado. Si caes, la arena es blanda, no te va a pasar nada".

Con un poco de duda pero decidido a no dejar pasar esta oportunidad, Nico empezó a subir la montaña con lentitud. Sofía y Lucas lo animaban desde abajo.

"¡Vamos, Nico! ¡Podés!".

Finalmente, llegó a la cima, y la vista era maravillosa.

"¡Guau! ¡No puedo creerlo!". El miedo se iba desvaneciendo, reemplazado por una sensación de logro.

"Ahora, ¡a deslizarse!" exclamó Mateo.

Antes de que Nico pudiera pensarlo, se agachó y se deslizó por la arena. Cuando llegó al final, estaba riendo a carcajadas.

"¡Eso fue increíble!" dijo Nico, aún emocionado.

"¡Ves! No pasa nada", dijo Sofía.

A medida que el día continuaba, Mateo, Sofía, Lucas y Nico se convirtieron en grandes amigos, jugando en la playa y desafiándose unos a otros a subir y bajar las montañas de arena. Nico se dio cuenta de que el valor no significa no tener miedo, sino hacer las cosas a pesar de él.

Al final del día, todos estaban agotados pero felices.

"¡Gracias por animarme!" le dijo Nico a Mateo.

"¡De nada! Y en el futuro, si alguna vez te da miedo algo, solo tenés que recordar esta aventura".

Cuando el sol empezó a ponerse, Mateo y sus amigos, junto a Nico, se sentaron en la arena y vieron cómo el cielo se llenaba de colores.

"¿Quieren contarles a los demás que pueden superar sus miedos?" preguntó Sofía.

"¡Sí!", respondieron los chicos al unísono.

Y así, con sus corazones llenos de alegría y sus mentes abiertas a nuevas aventuras, Mateo y sus amigos aprendieron una valiosa lección: que, junto a buenos compañeros y un poco de valentía, cada miedo puede superarse y convertirse en un momento inolvidable.

FIN.

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