Mateo y la Mariposa Mágica



Érase una vez un niño llamado Mateo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. A Mateo le encantaba explorar la naturaleza, siempre lleno de curiosidad. Un día, mientras recorría un sendero en el bosque, escuchó un leve aleteo. Al acercarse, se dio cuenta de que una hermosa mariposa de colores brillantes tenía una pata atrapada en una espina.

"¡Pobrecita! No te preocupes, te voy a ayudar", le dijo Mateo con voz suave.

Con mucho cuidado, Mateo liberó a la mariposa de la espina, que al instante aleteó alegremente.

"¡Gracias, querido niño!" exclamó la mariposa, sorprendentemente. "Soy una mariposa mágica y tengo el poder de conceder un deseo a quien me salve. ¿Cuál es tu deseo?"

Mateo, emocionado y sorprendido, pensó en todo lo que podría desear. Pero en lugar de pedir una gran casa o juguetes, se le ocurrió algo diferente.

"¡Deseo que todos los niños del pueblo puedan jugar al aire libre siempre que quieran!" dijo con una sonrisa.

La mariposa iluminó el aire a su alrededor y se transformó en un destello de luz, que luego se desvaneció en mil destellos de colores. El día pasó y, al siguiente, las calles del pueblo no eran las mismas. Los juegos al aire libre se habían multiplicado, y los niños corrían y reían a su alrededor, disfrutando del sol y los espacios verdes.

Mateo observaba contento. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la alegría no duraba. Algunos niños comenzaron a quedarse adentro, jugando con sus tabletas y consolas.

Entonces Mateo decidió actuar nuevamente. Habló con sus amigos en la escuela.

"Chicos, ¡deberíamos organizar un gran torneo de juegos al aire libre!" propuso. "Podemos hacer carreras, juegos de escondidas y hasta una búsqueda del tesoro. ¡Será increíble!"

Los amigos de Mateo, entusiasmados, aceptaron su idea. Juntos, se pusieron a planear el torneo. Los días pasaron, y al llegar el día del evento, el parque del pueblo estaba lleno de risas y color. Todos los niños participaban, y los más tímidos se unieron poco a poco, sintiéndose felices y aceptados.

Mateo había logrado su deseo de que todos jugaran, pero no solo eso; también había creado vínculos y amistades. Al final del torneo, Mateo miró al cielo, esperando ver a su amiga mariposa.

Y en ese preciso momento, la mariposa apareció, revoloteando a su alrededor.

"Estoy muy orgullosa de ti, Mateo. Has encontrado la verdadera esencia de tu deseo. No se trata solo de jugar, sino de compartir y cuidar de los demás."

Mateo sonrió y le respondió:

"Gracias, mariposa. Ahora entiendo que la alegría se multiplica cuando se comparte. Y siempre hay que cuidar de la naturaleza, porque hasta una pequeña mariposa puede hacer grandes cosas."

La mariposa asintió y, con un último aleteo, se despidió.

Desde entonces, Mateo se volvió un defensor de la naturaleza y organizador de actividades al aire libre. Aprendió que la amabilidad y el cuidado por los demás son lo que realmente hace especial a un deseo. Y así, su amistad con la naturaleza y sus amigos floreció como la mariposa en un hermoso jardín.

Y así, Mateo y la mariposa mágica nunca olvidaron el día en que juntos cambiaron la vida de un pueblo entero, desde entonces se convirtieron en un símbolo de amor y amistad entre todos los niños. Fin.

FIN.

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