Mateo y los Cuatro Amigos Valientes



Era un día soleado y caluroso cuando Mateo decidió caminar hasta la playa para surfear. Con su tabla bajo el brazo y una gran sonrisa en su rostro, estaba emocionado por disfrutar de las olas. Al llegar, notó que el agua brillaba como cristal y que muchas personas se estaban divirtiendo. Sin embargo, cuando Mateo se acercó un poco más, vio a cuatro chicos sentados en la arena, luciendo un poco nerviosos.

- ¿Por qué se ven tan asustados? - se preguntó Mateo en voz alta.

Los chicos eran dos hermanos, Lucas y Tomás, y sus amigas, Sofía y Valentina.

- ¡Hola! - saludaron los chicos con voz temblorosa.

- Nos da miedo meternos al agua. Nunca hemos surfado antes - explicó Lucas, con una mano en su tabla de surf.

Mateo sintió empatía por ellos. Recordó sus propios primeros intentos de surf. Siempre hay un poco de miedo antes de probar algo nuevo, pensó.

- ¿Por qué no me cuentan qué es lo que más los asusta? - preguntó con una sonrisa.

- ¡Las olas son muy grandes! - exclamó Sofía, mirando hacia el mar con ojos asustadizos.

- Y no sabemos si podremos mantener el equilibrio - agregó Valentina, mordiendo su labio.

Mateo sonrió, recordando lo que su papá siempre decía: 'No hay que tener miedo a probar, solo hay que aprender a levantarse'. Decidió que, en lugar de dejar que el miedo los detuviera, podría ayudar a sus nuevos amigos.

- ¡Vamos a practicar! - propuso.

- Primero comencemos en la orilla, solo para acostumbrarnos a las olas.

Los chicos se miraron entre sí, dudando, pero Mateo les dijo:

- Voy a estar con ustedes todo el tiempo. Cuando estén listos, solo tienen que decirme.

Así que se metieron un poco al agua, donde las olas eran más pequeñas. Mateo les mostró cómo mantendrían el equilibrio en sus tablas. Primero intentaron con una tabla grande y ancha que era más estable.

- ¡Miren! - dijo Mateo, mientras se subía a la tabla y se mantenía en equilibrio con gracia.

- Ahora les toca a ustedes. ¡Recuerden, es normal caerse!

Con algo de temor pero mucha emoción, Lucas fue el primero en intentarlo. Se subió a la tabla y, aunque se cayó al agua al instante, rió como si hubiera ganado un premio.

- ¡Fui yo! - gritó mientras salía a la superficie.

- ¡Eso fue genial! - animó Mateo.

Luego fue el turno de Sofía y después el de Valentina. Cada uno tomó su turno, y aunque todos se cayeron varias veces, se estaban divirtiendo muchísimo. Después de poco tiempo, empezaron a sentirse más seguros.

- ¡Miren cómo me mantengo! - dijo Sofía con entusiasmo, mientras lograba quedarse en la tabla durante más de cinco segundos.

Los chicos empezaron a reírse y a animarse unos a otros, y Mateo se dio cuenta de que el miedo que sentían había comenzado a desvanecerse, reemplazado por la alegría y la emoción.

- ¿Ven? ¡Surfear es divertido! - exclamó Mateo.

- ¿Por qué no nos unimos para hacer una competencia amistosa? - sugirió Valentina.

Todos estuvieron de acuerdo y organizaron una pequeña competencia. Se reían, chorreando agua por todas partes, tratando de ver quién podía permanecer más tiempo en la tabla.

- ¡Esta es la mejor playa de todas! - gritó Tomás mientras salpicaba agua a sus amigos.

Al final del día, todos estaban exhaustos pero felices. Habían superado su miedo, reído y disfrutado del tiempo en el agua. Mateo, al ver su alegría, sonrió satisfecho.

- Recuerden, amigos, lo más importante es no dejar que el miedo nos detenga. Siempre habrá algo nuevo y emocionante esperándonos. ¡Hasta la próxima aventura! - los despidió.

- ¡Gracias, Mateo! - respondieron los chicos al unísono.

- ¡Eres el mejor! - agregó Sofía, mientras todos levantaban sus manos en señal de victoria.

Mateo no lo sabía, pero había hecho unos amigos para toda la vida y había enseñado a sus nuevos amigos que el verdadero valor es intentar, aunque a veces el miedo esté presente.

FIN.

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