Mateo y su Maravilloso Día



Era una mañana soleada en la ciudad y Mateo se desperezó en su cama. Con una sonrisa, cerró los ojos y pensó en todas las cosas que iba a hacer en su día. Se giró y, con una pequeña ayuda de su mamá, se sentó en su silla de ruedas.

"¡Buenos días, Mateo!", le dijo su mamá mientras entraba en la habitación con una bandeja llena de desayuno.

"¡Buen día, mamá!", respondió Mateo con entusiasmo. Nunca dejaba que las dificultades le apenaran.

El aroma de las tostadas y el jugo de naranja llenó el aire. La mamá de Mateo siempre preparaba su desayuno favorito: tostadas con mermelada y un vaso de jugo fresco.

Después de desayunar, Mateo fue al baño. Allí, su mamá le ayudó a cepillarse los dientes y a lavarse la cara.

"¿Listo para ir al colegio?", le preguntó su mamá mientras le ajustaba la chaqueta.

"¡Por supuesto! No puedo esperar para ver a mis amigos!", contestó Mateo emocionado.

Cuando llegaron al colegio, Mateo fue recibido por su maestra, la seño Laura, quien siempre tenía un brillo especial en sus ojos cuando lo veía.

"¡Hola, Mateo! ¡Qué bueno verte!", exclamó la seño Laura.

"¡Hola, seño! ¡Tengo muchas ganas de aprender hoy!", respondió Mateo mientras entraba a su aula.

Durante la clase de arte, los compañeros de Mateo siempre eran muy creativos. Hoy, estaban haciendo manualidades con cartón y pintura. Mateo miraba cómo todos hacían sus proyectos y se le ocurrió una idea brillante.

"Seño, ¿puedo hacer una obra de arte desde mi silla?", preguntó con curiosidad.

"Claro que sí, Mateo. Usa lo que quieras. Estoy segura de que será increíble", le respondió la seño.

Con un poco de ayuda y mucha imaginación, Mateo logró crear un hermoso collage utilizando papel de colores y pegamento. Todos en la clase quedaron impresionados.

"¡Mateo, es genial!", gritó su amigo Lucas.

"¡Gracias! ¡Ayudame a pegarle un poco más!", pidió Mateo emocionado.

Después del recreo, donde todos jugaron en el patio, llegó la hora de la merienda. Al poner la mesa, Mateo relevó su tarea especial.

"Yo voy a colocar el mantel, si me ayudás a alcanzarlo”, dijo mientras señalaba la mesa.

"Por supuesto, ¡sos un gran ayudante!", dijo Valentina, su amiga, mientras le pasaba el mantel.

Después de la merienda, Mateo y sus amigos se unieron a un juego en el que todos debían armar una torre con bloques. Mateo usó su habilidad para coordinar al grupo.

"¡Vamos! Necesitamos más equilibrio, así que todos deben ponerlo bien!", dijo, guiando a sus amigos.

"Sí, Mateo, ¡sos el mejor! ”, le respondió Tomás, mientras reía.

Al final del día escolar, todos se despidieron de Mateo, quien salió con su silla de ruedas, sintiéndose feliz y satisfecho por las aventuras del día.

"¡Hasta mañana, Mateo!", gritó Lucía.

"¡Hasta mañana! No se olviden de traer materiales para nuestro próximo proyecto de arte!", les dijo con una sonrisa.

Al llegar a casa, Mateo se sentó a la mesa con su familia para la cena. Papá había preparado su plato favorito: pasta con salsa de tomate.

"¡Mmm, esto huele delicioso!", dijo Mateo.

"Es todo para vos, campeón. ¡Disfrutalo!", le dijo su papá mientras le servía.

Después de la cena, Mateo jugó un rato con sus legos en el sillón del living. Iba construyendo una ciudad enorme mientras compartía las ideas con su papá y su mamá que estaban a su lado escuchándolo.

"Y aquí será la plaza donde todos vendrán a jugar. Y este edificio será la biblioteca…", les contaba emocionado.

Finalmente, llegó la hora de ir a dormir. Su mamá lo ayudó a prepararse, le dio un beso en la frente y lo arropó en su cama.

"¡Dulces sueños, Mateo! Mañana será otro día lleno de aventuras", le dijo mamá.

"Sí, y espero que tengamos más ideas creativas en el cole. ¡Buenas noches!", respondió Mateo mientras se acercaba a su almohada.

Con una sonrisa en su rostro y la mente llena de sueños, Mateo se quedó dormido, listo para enfrentar un nuevo día en su maravillosa vida, donde cada día era una nueva oportunidad de aprender y compartir alegría con quienes ama.

FIN.

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