Mateo y sus amigos insectos


En un soleado día de primavera, Mateo, un niño de 5 años muy curioso y divertido, decidió dar un paseo por la plaza del barrio. Mientras jugaba entre los juegos y correteaba por el césped, algo llamó su atención.

Había visto algo brillante y colorido moviéndose entre las flores. Se acercó despacito para no asustar a la criatura misteriosa. - ¡Hola! ¿Quién eres tú? -preguntó Mateo con una sonrisa.

El insecto levantó una antena y lo miró con curiosidad. Era pequeño, de colores brillantes y alas transparentes que parecían de cristal. Nunca antes había visto algo así. - Soy Luminoso, el escarabajo arcoíris. ¿Y tú quién eres? -respondió el insecto con voz suave.

- ¡Soy Mateo! ¡Encantado de conocerte, Luminoso! ¿Qué haces aquí? -preguntó emocionado el niño. Luminoso explicó que estaba buscando nuevas flores para polinizar y que le encantaba descubrir lugares nuevos.

Mateo quedó fascinado con la historia del pequeño escarabajo arcoíris y decidió ayudarlo a encontrar las mejores flores de la plaza. Juntos recorrieron cada rincón del jardín, descubriendo hermosas plantas y aprendiendo sobre la importancia de los insectos en la naturaleza.

Luminoso le contaba a Mateo sobre sus aventuras volando entre las flores mientras él recolectaba polen para hacerlas crecer más fuertes y bellas. De repente, mientras exploraban detrás de unos arbustos, escucharon un zumbido extraño. Era una abeja perdida que no encontraba su colmena.

Estaba nerviosa y confundida. - ¡Tranquila amiga abeja! ¿Necesitas ayuda para encontrar tu camino? -dijo Mateo con ternura. La abeja asintió con gratitud mientras Luminoso le explicaba cómo orientarse usando el sol como guía.

Juntos lograron que la abeja volviera a casa sana y salva. Después de esa aventura inesperada, Mateo se despidió de sus nuevos amigos insectos con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de alegría por haberlos conocido.

Desde ese día, cada vez que paseaba por la plaza, recordaba a Luminoso y a la amable abeja perdida, sabiendo que siempre habría nuevas aventuras esperándolo si mantenía viva su curiosidad e ingenio.

Y así fue como Mateo aprendió que incluso los encuentros más pequeños pueden traer grandes enseñanzas y momentos inolvidables en su vida llena de magia e imaginación.

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