Mateo y sus amigos transforman La Castilla
Érase una vez en el barrio La Castilla, un lugar lleno de casitas coloridas y calles empedradas.
Los vecinos eran amables y siempre se ayudaban unos a otros, pero había un problema que los tenía muy preocupados: las calles estaban llenas de basura y heces de animales. Todos los días, las personas dejaban sus bolsas de basura en la vereda, sin importarles que ensuciara el barrio.
Además, algunos perros paseaban sin correa y hacían sus necesidades por todas partes. Esto hacía que los niños no pudieran jugar en el parque porque estaba lleno de suciedad. Un día, Mateo, un niño muy curioso y valiente del barrio, decidió tomar cartas en el asunto.
Se reunió con sus amigos Sofía y Lucas para buscar una solución al problema. "Chicos, ¿qué podemos hacer para limpiar nuestro barrio?"- preguntó Mateo con entusiasmo. Sofía sugirió organizar una campaña para crear conciencia sobre la importancia de mantener limpio el barrio.
Lucas propuso realizar actividades divertidas para incentivar a las personas a reagarrar su basura. Entonces decidieron reunirse con todos los vecinos en la plaza central del barrio para contarles su plan.
Al llegar allí encontraron a doña Rosa muy enfadada discutiendo con don Juan por la basura acumulada frente a su casa. "¡Estoy harta! ¡No puedo vivir así! ¡Alguien tiene que hacer algo!"- gritaba doña Rosa frustrada. Mateo se acercó a ellos y les explicó su idea.
Les contó sobre la campaña para cuidar el barrio y cómo podrían disfrutar de un lugar limpio y seguro para todos. "¡Es una excelente idea, Mateo!"- exclamó don Juan, mientras doña Rosa asentía con la cabeza.
Poco a poco, los vecinos se fueron sumando al proyecto. Juntos organizaron una gran jornada de limpieza en la que recogieron todas las basuras y arreglaron el parque para que los niños pudieran jugar nuevamente.
La noticia del esfuerzo de los vecinos llegó hasta el municipio. El intendente decidió premiarlos por su solidaridad y fraternidad con un nuevo sistema de recolección de basura y multas para quienes no cumplieran con las normas de higiene.
Desde aquel día, el barrio La Castilla se convirtió en un ejemplo para otros lugares. Los vecinos aprendieron a cuidar su entorno y entendieron que trabajar juntos era más efectivo que pelearse por la suciedad.
Mateo, Sofía y Lucas se volvieron grandes líderes comunitarios y siguieron trabajando para mantener limpio su querido barrio. Los niños podían jugar sin preocuparse por la basura ni las heces de animales gracias a la solidaridad y fraternidad entre todos sus habitantes.
Y así, el barrio La Castilla vivió felizmente rodeado de calles limpias donde los niños podían jugar sin preocupaciones. Esta historia nos enseña que cuando nos unimos como comunidad podemos lograr grandes cosas.
Con responsabilidad y compromiso podemos cambiar nuestro entorno para mejor ¡y crear un mundo más hermoso!
FIN.