Mateodian el niño de las manos sucias



Había una vez un niño llamado Lucas, que vivía en un pequeño pueblo en las afueras de Buenos Aires. Lucas era conocido por sus manos siempre sucias, ya que le encantaba jugar en el barro y explorar en la naturaleza.

Sin embargo, un día, mientras jugaba en el parque, un grupo de niños más grandes se burlaron de él y le pusieron el apodo de 'Mateodian', porque decían que sus manos siempre estaban manchadas como si hubiera estado tomando mate durante horas.

Lucas se sintió muy triste y avergonzado por el apodo, y decidió no volver a jugar afuera nunca más. Pasó sus días encerrado en su habitación, sin querer interactuar con nadie.

Un día, su abuelita Ana, una mujer sabia y llena de amor, se dio cuenta de lo que le estaba sucediendo a Lucas. Decidió ayudarlo a recuperar su alegría y su amor por la naturaleza.

"Lucas, sé que estás triste por lo que te dijeron, pero las manos sucias no deberían de impedirte disfrutar de las cosas que te gustan. Ven conmigo, tengo una idea", le dijo su abuelita con una sonrisa en el rostro.

Juntos, fueron al jardín de la abuelita y plantaron un hermoso jardín de flores, ensuciándose las manos y disfrutando cada momento. Al ver las manos de su abuelita Ana igual de sucias que las suyas, Lucas se dio cuenta de que no había nada de malo en ensuciarse mientras se divierte.

A partir de ese día, Lucas volvió a jugar afuera, sin importarle lo que los demás pensaran.

Además, se convirtió en el encargado de cuidar el jardín de su abuelita, descubriendo que las manos sucias también podían crear cosas bellas y llenas de vida. Con el tiempo, todos en el pueblo dejaron de llamarlo 'Mateodian' y pasaron a admirar su jardín y su espíritu alegre.

Lucas aprendió que las palabras hirientes de los demás no definían quién era él, y que podía ser feliz siendo él mismo. Y así, el niño de las manos sucias se convirtió en el jardinero más querido del pueblo, demostrando que las apariencias no son lo que realmente importa.

FIN.

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