Matheo y el poder del coraje
Había una vez un nene que se llamaba Matheo, un niño de 7 años con una imaginación desbordante. Matheo vivía en un pequeño barrio donde el sol brillaba casi todos los días. Le encantaba explorar el parque que estaba cerca de su casa y jugar con sus amigos. Sin embargo, en el colegio, las cosas eran diferentes. Algunas veces, algunos chicos lo molestaban.
Un día, mientras Matheo estaba en el recreo, escuchó a dos niños, Lucas y Javier, hablando.
"Mirá a Matheo, siempre está solo, es un loser", dijo Lucas riendo.
"Sí, no sabe jugar al fútbol, por eso no lo invitan" añadió Javier.
A Matheo le dolieron esas palabras, pero decidió no prestarles atención. Sin embargo, la situación no mejoró. Cada día, al regresar del colegio, se sentía más triste. Un día, al llegar a casa, se lo contó a su mamá.
-Mamá, en el cole me dicen cosas feas y no sé qué hacer.
- Esos chicos no saben lo especial que sos, Matheo. Pero no podemos dejar que sus palabras te lastimen.
- Pero me duele, mamá.
- Te propongo algo. La próxima vez que te molesten, miralos y sonreí. Demostrá que sos más fuerte que ellos.
- ¿De verdad?
- Sí, confía en mí.
Matheo, aunque un poco nervioso, acordó probarlo. Al día siguiente, cuando escuchó a Lucas y Javier burlándose otra vez, respiró hondo y se armó de valor.
- ¡Eh, Matheo! ¿Sos el rey de los perdedores?
Matheo, recordando las palabras de su mamá, miró a los ojos de Lucas y le sonrió.
- ¡Hola chicos! Estoy esperando que empiece mi juego favorito de aventuras. ¡Es genial!
Los niños se sorprendieron. Javier se quedó callado, y Lucas titubeó.
- ¿Juego de aventuras? ¿Cómo se juega? -preguntó Lucas, intrigado.
Matheo, viendo una oportunidad, decidió contarles sobre el emocionante mundo de su juego.
- Miren, en mi juego, soy un valiente explorador y tengo que encontrar un tesoro escondido.
- ¡Eso suena divertido! -dijo Javier, ahora interesado.
Así, Matheo comenzó a hablarles sobre sus travesías imaginarias, sobre dragones y tesoros perdidos. Los niños, que antes lo molestaban, empezaron a mostrar interés.
- ¿Podemos jugar también? -preguntó Lucas, con una sonrisa genuina.
- ¡Claro! ¡Cuantos más, mejor! -respondió Matheo emocionado.
Desde ese día, Matheo no solo aprendió a defenderse con una sonrisa, sino que también ganó nuevos amigos. Lucas y Javier se unieron a sus juegos de aventuras, y juntos exploraron mundos imaginarios todos los días durante el recreo.
A lo largo del tiempo, Matheo comprendió que no siempre tendría que lidiar solo con la burla. Aprendió que con coraje y amabilidad, incluso aquellos que alguna vez lo molestaron podían convertirse en aliados.
- ¡Gracias, Matheo! – le dijo Lucas un día mientras jugaban. - Siempre es más divertido jugar contigo.
- No hay de qué -dijo Matheo con una gran sonrisa. - Todos somos distintos, pero eso es lo que hace que nuestros juegos sean únicos.
Así fue como Matheo descubrió que la valentía no siempre se trata de pelear, sino de mostrar coraje, generar amistad y hacer nuevos lazos. Y aunque a veces aparecían nuevas dificultades, él sabía que podría superarlas con la ayuda de sus amigos y su propia fuerza interior.
Y así, Matheo y sus nuevos amigos siguieron explorando juntos, creando historias épicas de aventuras en cada recreo, aprendiendo que la amistad puede surgir incluso en los lugares y momentos más inesperados.
FIN.