Mathew y la Aventura del Aula 1ºA
Era un día soleado cuando Mathew llegó a su nueva escuela en Argentina. Venía de Inglaterra y todo le parecía un poco extraño. Las calles, los edificios y, sobre todo, la gente. Cuando entró al aula 1ºA, sintió que un nudo le apretaba el estómago. Era su primer día y no conocía a nadie.
Los demás alumnos estaban sentados en sus escritorios, charlando y riendo. Mathew, con su cara ruborizada, se sentó al fondo del aula, temeroso de llamar la atención. De pronto, una niña llamada Lucía se dio cuenta de que Mathew parecía desorientado.
"Hola, yo soy Lucía. ¿Sos nuevo aquí?" - dijo, acercándose con una sonrisa.
"Sí, soy Mathew. Vine de Inglaterra." - respondió, hablando en un inglés dudoso.
Los compañeros comenzaron a mirarlos con curiosidad.
"¡Qué genial!" - exclamó Tomás, un niño muy extrovertido. "Esto es lo que vamos a hacer: te vamos a ayudar a conocer la clase y los materiales. Así podés hablar con nosotros en inglés. ¿Te parece?"
Mathew, al escuchar esto, se sintió un poco más aliviado.
"Sí, me encantaría..." - murmuró.
Lucía, Tomás y sus amigos comenzaron a pasear por la clase, mostrándole todo lo que había.
"Este es el pizarrón, donde la maestra escribe las lecciones. En inglés sería 'blackboard'," - señaló Lucía.
"Y aquí están nuestras carpetas. El inglés es 'folders'," - añadió Tomás. "Y estos son nuestros libros, 'books'".
Mathew repetía las palabras en voz baja, tratando de memorizarlo todo. Pero había algo nuevo en el aire. A medida que sus compañeros le enseñaban, él se iba sintiendo más en casa.
Cuando ya habían pasado varios minutos, la maestra entró al aula.
"Buenos días, chicos. Hoy tenemos una sorpresa, un juego de palabras para los que están aprendiendo inglés" - anunció la maestra.
"¡Vamos a jugar, Mathew! Esto será divertido" - dijo Tomás, emocionado.
Comenzaron a jugar y cada vez que un compañero decía una palabra, Mathew debía traducirla al inglés. Al principio le costó, pero sus amigos lo animaban cada vez que daba una respuesta correcta.
"¡Muy bien, Mathew!" - gritó Lucía con entusiasmo.
Mientras jugaban, Mathew notó que había un niño, Agustín, que se estaba viendo un poco triste en un rincón.
"¿Por qué estás solo?" - le preguntó Mathew, con un poco de confianza.
"No se nada de inglés y tengo miedo de participar" - respondió Agustín, bajando la mirada.
Mathew pensó en lo que había hecho con sus nuevos amigos, así que decidió ayudar al niño.
"¿Querés que juguemos juntos? Te puedo enseñar algunas palabras en inglés, como mis amigos me enseñan a mí" - le dijo.
Agustín sonrió y se acercó a Mathew.
"Sí, me gustaría eso" - dijo. Así, los dos comenzaron a practicar juntos mientras los demás seguían jugando. Mathew para su sorpresa, se sentía muy feliz.
Con el correr de los días, Mathew se volvió parte del aula 1ºA. Aprendía palabras en inglés, pero también enseñaba a otros compañeros. Había pasado de ser el niño tímido al chico que ayudaba a sus amigos.
Un día, la maestra organizó un pequeño concurso de idiomas.
"¡Quiero que cada uno comparta algo de su país!" - anunció emocionada.
Mathew sintió que era el momento ideal. Nervioso, se levantó para hablar.
"Hola, soy Mathew. Vengo de Inglaterra…" Fueron pasando los días y, al final, Mathew se sintió capaz de compartir sobre sus tradiciones, la comida típica, y de dónde venía.
Todos escuchaban con atención. Cuando terminó, recibieron aplausos y gritos de alegría.
"Felicidades, Mathew, hiciste un gran trabajo" - le dijo la maestra.
Aquel día, Mathew comprendió que ser nuevo no era tan malo como pensaba, y que con un poco de ayuda y amistad, podía adaptarse y ser parte de algo especial.
Y así, con cada risa, cada intercambio de palabras, Mathew encontró su lugar en el aula 1ºA, convirtiéndose en un gran amigo de todos, demostrando que el idioma no es una barrera y que la verdadera amistad une corazones más allá de las palabras.
FIN.