Mathias, el Ángel de la Amistad



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes campos y flores multicolores, una niña llamada Clara. A Clara le encantaba jugar y correr por los prados, pero había algo que la hacía sentir sola. No tenía amigos para compartir sus aventuras.

Un día, mientras caminaba por el parque, Clara se encontró con un pequeño gato negro que se había perdido. Tenía grandes ojos brillantes que parecían llenos de curiosidad.

"Hola, pequeño. ¿Te sientes solo también?" - le preguntó Clara cariñosamente.

Justo en ese momento, apareció un niño con una sonrisa radiante. Su nombre era Mathias.

"¡Hola! Se nota que amas a los animales. ¿Quieres que te ayude a encontrar el hogar de este gato?" - dijo Mathias alegremente.

Clara sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de alegría. Juntos, comenzaron a buscar al dueño del gato.

Mientras recorrían el vecindario, Clara y Mathias charlaban y se reían. Cada vez que encontraban a alguien que podría conocer al dueño del gato, Mathias decía:

"¿Qué te parece si le preguntamos a esa señora con las flores en su balcón?" - sugirió.

Clara, que era un poco tímida, respondía:

"No sé si se animarían a hablar con ella."

"¡Vamos! Es mejor que quedarnos callados. A veces, solo hay que dar el primer paso." - insistía Mathias, empujándola suavemente hacia adelante.

Después de algunas horas, lograron encontrar al dueño del gato, una amable anciana que les agradeció efusivamente.

"¡Gracias, queridos! No saben cuánto me preocupaba mi pequeño Felix. Como recompensa, quiero invitarles a unas galletitas recién horneadas. ¿Aceptan?" - dijo la anciana sonriendo.

"¡Sí, por favor!" - exclamó Clara con entusiasmo.

Después de disfrutar las galletitas, Clara y Mathias continuaron conversando. Clara le confesó que a menudo se sentía sola y deseaba tener un amigo con quien jugar.

"No tienes por qué sentirte sola. A veces, los amigos llegan de las maneras más inesperadas. Tal vez tú solo necesites dar ese primer paso y ser valiente" - le dijo Mathias, sabiendo que había despertado una chispa de esperanza en Clara.

Días más tarde, Mathias se convirtió en un gran amigo de Clara. Juntos hacían picnics, exploraban los bosques y compartían sueños. Pero un día Mathias le confió algo a Clara.

"Clara, tengo que irme por un tiempo. Mi familia se mudará a otra ciudad. Pero quiero que recuerdes que siempre serás mi amiga. ¡Tú también puedes hacer nuevos amigos!" - le dijo él con un brillo en los ojos.

Clara se sintió triste, pero también entendía que eso era parte de la vida.

"Pero Mathias, ¿cómo lo haré sin ti? Ya no sé cómo encontrar amigos," - replicó Clara con un puchero.

"Solo recuerda lo que hicimos juntos. La próxima vez que veas a alguien solo, acércate y preséntate. La amistad se construye en momentos como esos. ¡Tú puedes!" - le animó Mathias.

El día del adiós llegó pronto, y con un fuerte abrazo y una promesa de seguir en contacto, Mathias se fue, dejando a Clara con un corazón lleno de recuerdos felices.

Pasaron las semanas, y un día Clara vio a un nuevo niño en el parque. Se estaba sentando solo en un banco.

Recordando las palabras de Mathias, Clara decidió acercarse.

"¡Hola! Soy Clara. ¿Te gustaría jugar conmigo?" - preguntó con una gran sonrisa.

El niño, sorprendido, sonrió de vuelta y dijo:

"¡Sí! Me encantaría. Soy Lucas, acabo de mudarme aquí."

Clara sintió que su corazón se llenaba de alegría. Pronto se dieron cuenta de que compartían la misma pasión por los juegos y la naturaleza. Se convirtieron en grandes amigos.

Al final del día, Clara pensó en Mathias, su ángel que había llegado en su soledad, y comprendió que a veces, la amistad solo necesita un poco de valentía y un primer paso hacia adelante.

Y así, Clara aprendió que con un simple gesto de amabilidad, siempre se puede encender una nueva amistad. Mirando hacia el cielo esa noche, sonrió y le dijo en su corazón:

"Gracias, Mathias, por ser mi ángel. Te llevaré siempre en mi corazón."

FIN.

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