Matías y el Planeta Martes



Había una vez un niño llamado Matías que vivía en un barrio lleno de árboles, risas y amigos. Pero Matías tenía un sueño especial: quería ser un astronauta y explorar otros planetas. Sin embargo, en su colegio, muchos decían que era una meta imposible. Pero él no se dejaba desanimar. Un día, mientras estaba en su habitación disfrutando de sus libros de ciencia, encontró un viejo telescopio que su abuelo había usado. Emocionado, decidió salir al patio para observar el cielo lleno de estrellas.

"- ¡Mirá cuántas estrellas hay! -exclamó Matías, mientras ajustaba el telescopio hacia el cielo.

- ¡Qué copado, Matías! -dijo su amigo Lucas, que había llegado a visitarlo. - ¿Vas a ver algún planeta?

- ¡Sí! ¡Voy a buscar a Marte! -respondió Matías con entusiasmo.

Después de un rato observando, Matías se sintió cansado. Decidió cerrar los ojos un momento, y cuando los volvió a abrir, se encontró en un lugar increíble. Era un planeta misterioso que llamaba la atención. Todos los árboles eran de colores vibrantes y el cielo tenía un tono naranja brillante.

"- Bienvenido a Martes, el planeta de la creatividad y la amistad -anunció una pequeña criatura amarilla con orejas enormes.

- ¿Martes? -preguntó Matías, sorprendido. - ¿No debería ser Marte?

- No, aquí todos los días son martes, un día para crear cosas nuevas y hacer amigos -contestó la criatura.

Matías no podía creer lo que oía. Decidido a explorar, empezó a caminar y se encontró con otros habitantes del planeta. Uno de ellos era un robot llamado Robo-arte que creaba esculturas de nubes.

"- ¿Cómo hiciste eso? -preguntó Matías, atónito por la belleza de la obra.

- Con imaginación y creatividad. Aquí en Martes, todos contribuimos con ideas y trabajamos juntos. Quiero que lo intentes -dijo Robo-arte con una sonrisa metálica.

Matías comenzó a ayudar a Robo-arte a crear esculturas. Usaron colores y formas únicas, y cada escultura era más bonita que la anterior. Después, conoció a una pintora llamada Lila, que mezclaba colores en su paleta mágica.

"- Ven, Matías, pintemos juntos -invitó Lila, extendiendo su mano llena de pinturas brillantes. - Aquí los sueños se hacen visibles.

- ¡Sí! Quiero pintar un cohete que me lleve a casa -respondió Matías, disfrutando del momento.

Mientras pintaban, Matías notó que la gente de Martes era muy unida. Todos trabajaban en equipo y ayudaban a los demás a crear algo maravilloso. Matías se sintió inspirado y comenzó a pensar en cómo podría aplicar eso en su propia vida.

"- Quiero que todos en mi casa y mi escuela compartan sus ideas, como lo hacemos aquí -dijo Matías, mientras los colores vibrantes llenaban su lienzo.

- Esa es una gran idea -respondió Lila. - La creatividad es aún más poderosa cuando se comparte.

De pronto, el cielo de Martes se oscureció. Una sombra gigante cubrió el paisaje. Matías levantó la vista y vio un dragón de nubes grisáceas que parecía angustiado. Decidido a ayudar, se acercó.

"- ¡Hola! ¿Por qué estás triste? -preguntó Matías.

- He perdido mis colores y no puedo volar -respondió el dragón con un susurro.

Matías recordó lo que había aprendido en Martes: crear juntos. Así que reunió a todos los amigos que había hecho y les dijo:

"- ¡Podemos ayudar al dragón! Si unimos nuestras ideas y creatividad, seguro que encontramos una forma de restaurar sus colores.

Todos se pusieron a trabajar. Juntos pintaron nubes, mezclaron colores y construyeron un arco iris mágico. Cuando terminaron, el dragón sonrió y empezó a volar alrededor.

"- ¡Gracias, amigos! Ahora puedo volver a ser feliz -gritó el dragón, mientras llenaba el cielo de colores brillantes.

Matías sintió una gran satisfacción. Había aprendido que la verdadera magia de Martes no solo estaba en la creatividad, sino también en la amistad y el trabajo en equipo.

De repente, sintió que se deslizaba de vuelta a su habitación. Abrió los ojos y vio que todo había sido un sueño, pero había algo diferente en él. Se levantó y decidió poner en práctica todo lo aprendido.

Esa misma tarde, Matías organizó un taller de arte en su escuela. Invitó a sus compañeros a compartir sus ideas, a colaborar y a crear juntos.

"- ¡Hoy es nuestro día de Martes! -anunció Matías emocionado. - Vamos a ser creativos, a trabajar en equipo y sobre todo, a divertirnos.

Y así, Matías se convirtió en el niño que hizo de su mundo un lugar lleno de color, amistad y creatividad, recordando siempre que a veces, solo hay que creer y compartir para que los sueños se hagan realidad.

FIN.

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