Matías y Lola



En lo profundo del bosque de la Patagonia vivía Matías, un zorro muy curioso y astuto que sabía hablar. Un día, mientras exploraba cerca de un arroyo, escuchó unos gritos desesperados.

- ¡Ayuda! ¡Por favor, ayuda! -gritaba una pequeña ardilla atrapada en una red. Matías corrió hacia ella y con sus afiladas garras cortó la red para liberarla. La ardilla, agradecida, le dijo:- ¡Muchas gracias, Matías! Soy Lola.

¿Puedo acompañarte en tus aventuras? Matías asintió con una sonrisa y juntos emprendieron un emocionante viaje por el bosque. Pronto se encontraron con un río caudaloso que debían cruzar. - No sé nadar tan bien como tú, Matías -dijo Lola preocupada. - No te preocupes, amiga.

Sube a mi espalda y te llevaré sana y salva al otro lado -respondió el zorro gentilmente. Una vez al otro lado del río, se toparon con un grupo de pájaros carpinteros que estaban siendo acechados por un águila hambrienta.

- ¡Necesitamos tu ayuda para ahuyentar al águila! -pidieron los pájaros carpinteros angustiados. Matías ideó un plan ingenioso: él y Lola comenzaron a hacer ruido entre los árboles imitando el sonido de muchos animales diferentes.

El águila se confundió y huyó despavorida. Los pájaros carpinteros les dieron las gracias efusivamente y les regalaron unas semillas mágicas como muestra de su gratitud. Estas semillas tenían el poder de hacer crecer plantas gigantes en cuestión de segundos.

Al continuar su travesía, Matías y Lola se encontraron con una mamá oso desesperada buscando comida para sus cachorros hambrientos. Sin dudarlo, plantaron una semilla mágica que creció rápidamente convirtiéndose en un árbol repleto de frutas deliciosas.

La mamá oso les dio las gracias entre lágrimas y les prometió protección eterna en el bosque. Con alegría en sus corazones por haber ayudado a otros seres vivientes, Matías y Lola regresaron a casa justo a tiempo para la puesta de sol.

Desde ese día en adelante, Matías y Lola se convirtieron en los guardianes del bosque, siempre listos para ayudar a quienes lo necesitaran.

Juntos aprendieron que la verdadera valentía no está solo en enfrentar peligros sino también en tender una pata amiga cuando alguien lo necesita.

FIN.

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