Matías y su sueño de volar



Había una vez en un pequeño pueblo de Uruguay un niño llamado Matías. Desde que tenía memoria, Matías había soñado con ser portero de fútbol. Cada tarde, después de hacer sus tareas, corría al parque con sus amigos y se ponía los guantes que le había regalado su abuelo. Matías era muy bueno atajando penales, pero también sabía que debía aprender muchas cosas más para convertirse en un portero profesional.

Un día, mientras practicaba en la cancha, se acercó un hombre mayor que se presentó como Don Ernesto, un exjugador de fútbol que había sido portero en su juventud.

"¡Hola, Matías! Te he visto jugar y tienes mucho talento. ¿Te gustaría que te diera algunos consejos para mejorar?" - le preguntó Don Ernesto.

Matías, emocionado, asintió con la cabeza.

"¡Sí, por favor!" - respondió. "¡Quiero ser el mejor portero del país!"

Don Ernesto sonrió y le propuso un entrenamiento especial. Matías debía llegar todos los sábados a la cancha de la ciudad, donde le enseñaría diversas técnicas y habilidades para perfeccionar su estilo.

Los sábados llegaron cargados de emoción y pasión. Matías aprendió a estar siempre atento, a saltar más alto y a apreciar el juego en su totalidad. Pero también enfrentó desafíos. Un día, después de muchos intentos, no pudo detener un penal que le lanzó su mejor amigo, Lucas.

"¡Matías, qué te pasó! ¿Estás bien?" - le preguntó Lucas.

"No lo sé… No fui lo suficientemente rápido..." - respondió Matías con frustración.

"Todos fallamos a veces. Lo importante es aprender de nuestros errores" - dijo Lucas.

Las palabras de Lucas resonaron en su mente. Matías decidió no rendirse. Cada día practicaba un poco más. Sin embargo, el tiempo pasó y llegó la fecha del torneo local. Era su primera gran oportunidad para demostrar todo lo aprendido. Antes de salir, Don Ernesto lo animó.

"Recuerda, lo importante no es solo ganar. Disfruta del juego y da lo mejor de ti" - le aconsejó.

Durante el partido, Matías se sintió un poco nervioso, pero rápidamente se concentró. Su equipo llegó a la final, y ellos se enfrentaron a su eterno rival. La tensión era palpable. En los últimos minutos, el equipo rival obtuvo un penal. Matías sabía que era su momento.

"¡Yo puedo!" - se dijo a sí mismo, mientras su corazón latía rápido. Confiado, se posicionó bajo los tres palos y observó al delantero que corría hacia él.

Cuando el balón salió disparado, Matías se lanzó con todas sus fuerzas hacia la derecha y, en un movimiento relámpago, logró tocar el balón con la punta de sus dedos. ¡El tiro se fue desviado!"¡Sí! ¡Lo atajé!" - gritó, mientras sus compañeros de equipo corrían a abrazarlo.

Sabía que aquella tarde era especial, no solo por el resultado, sino porque había aprendido que el esfuerzo, la práctica y el apoyo de los amigos eran esenciales en el camino hacia su sueño.

Al final del partido, ganó el equipo. Todos celebraron con alegría y Matías, con una sonrisa de oreja a oreja, dijo:

"No hubiera logrado esto sin la ayuda de todos ustedes y los consejos de Don Ernesto. ¡Voy a seguir esforzándome!"

Con el tiempo, Matías no solo se convirtió en un gran portero, sino también en un verdadero compañero para su equipo, aprendiendo cada día la importancia de trabajar en equipo y apoyarse mutuamente. Así, su historia se volvió inspiradora para muchos más niños que soñaban con ser lo que quisieran ser.

Y así, Matías continuó su camino, siempre con el sueño de volar alto, como un gran portero del fútbol uruguayo.

FIN.

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