Matías y sus Amigos
Había una vez un niño llamado Matías, que era muy inteligente y capaz. Desde pequeño, se destacaba en todas las actividades que realizaba y siempre estaba un paso adelante de los demás niños de su edad.
Sin embargo, a pesar de su gran habilidad, Matías tenía dificultades para ser paciente con aquellos que no lograban seguir su ritmo. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Matías decidió proponerles un juego nuevo.
Les explicó rápidamente las reglas y esperó impaciente a que todos entendieran lo que debían hacer. Pero algunos de sus amigos no comprendieron a la primera y cometieron errores. Matías se frustró al ver esto y comenzó a perder la paciencia.
-¡No pueden ser tan lentos! ¡Es sencillo! ¿Cómo no lo entienden? - exclamó enojado. Sus amigos se sintieron tristes al ver la reacción de Matías.
Sabían que él era muy inteligente y rápido para aprender, pero también deseaban poder entender las cosas tan rápido como él. De repente, apareció un viejo sabio llamado Don Alberto. Se acercó a ellos con una sonrisa amable y les preguntó qué les pasaba.
Los amigos le contaron sobre el problema de Matías: cómo perdía la paciencia cuando los demás no seguían su ritmo.
Don Alberto escuchó atentamente y luego les dijo: -Matías, es maravilloso tener habilidades especiales como tú las tienes, pero recuerda que cada persona tiene su propio ritmo para aprender y crecer. No todos somos iguales ni tenemos las mismas capacidades desde el principio. Matías reflexionó sobre las palabras del sabio y se dio cuenta de que tenía razón.
No era justo esperar que todos fueran tan rápidos como él. Decidió disculparse con sus amigos por su actitud impaciente y les propuso jugar al juego nuevamente, pero esta vez explicándoles paso a paso y dándoles tiempo para comprenderlo.
Así fue como Matías aprendió una valiosa lección: la paciencia y la empatía son cualidades importantes en el trato con los demás. A partir de ese día, comenzó a ayudar a sus amigos cuando tenían dificultades en lugar de frustrarse o burlarse de ellos.
Con el tiempo, Matías se convirtió en un líder amable y respetuoso. Ayudaba a otros niños a aprender cosas nuevas sin perder la paciencia y comprendiendo que cada uno tiene su propio ritmo de aprendizaje.
Desde entonces, Matías fue admirado por su inteligencia, pero aún más por su capacidad para ser paciente y empático con los demás. Todos querían ser amigos suyos porque sabían que siempre estaría allí para ayudarlos sin juzgarlos ni hacerlos sentir mal.
Y así, Matías descubrió que no solo era importante ser inteligente sino también saber usar esa inteligencia para ayudar a los demás y construir relaciones significativas basadas en el respeto y la paciencia.
FIN.