Matilda y la belleza interior
Había una vez en un hermoso gallinero en el campo, una gallina llamada Matilda. Matilda era muy diferente a las demás gallinas: tenía plumas de colores brillantes y cantaba melodías muy dulces que alegraban a todos en el corral.
Pero, a pesar de su belleza y talento, las otras gallinas se burlaban de ella y la excluían porque no encajaba en sus estándares de belleza.
Un día, cansada de ser marginada, Matilda decidió salirse del corral y emprender una gran aventura por el campo. Al principio tuvo miedo de lo desconocido, pero su valentía y determinación eran más fuertes. Así que con paso firme y la cabeza en alto, comenzó su viaje hacia lo desconocido.
Al poco tiempo de caminar, Matilda se encontró con un simpático conejo llamado Benito. Benito notó la tristeza en los ojos de Matilda y le preguntó qué le pasaba.
"-Hola amiga ¿Por qué estás tan triste?", dijo Benito con ternura. Matilda explicó su situación al conejo, quien la escuchó atentamente y luego le dijo: "-No te preocupes por lo que piensen los demás, cada uno es especial a su manera.
Tú eres única con tus plumas coloridas y tu hermosa voz. Sigue siendo tú misma y verás cómo todo cambiará. "Animada por las palabras de Benito, Matilda continuó su camino con renovadas fuerzas. Pronto se topó con un arroyo donde había un pato nadando plácidamente.
El pato llamado Margarito saludó a Matilda amablemente y juntos compartieron historias sobre sus vidas. "-¡Vaya! Eres la gallina más colorida que he visto", exclamó Margarito admirando a Matilda.
Matilda sonrió y le contó sobre su aventura personal fuera del corral. Margarito asintió comprensivo y le dijo: "-A veces es necesario salir de nuestra zona de confort para descubrir quiénes somos realmente.
"Con nuevos amigos como Benito el conejo y Margarito el pato, Matilda siguió explorando el campo durante días llenos de risas, aprendizajes e inolvidables experiencias. Se dio cuenta de que ser diferente no era algo malo; al contrario, era lo que la hacía especial.
Finalmente, llegó el momento en que Matilda decidió regresar al gallinero junto a sus compañeras gallinas. Para sorpresa suya, las otras gallinas la recibieron con curiosidad e interés en lugar de rechazo. "-¡Matilda! ¡Qué felices estamos de verte!", dijeron las demás gallinas emocionadas.
Matilda les contó todas sus aventuras fuera del corral e invitó a sus compañeras a explorar juntas el mundo más allá del gallinero. A partir de ese día, todas aprendieron a valorarse unas a otras por quienes eran sin importar sus diferencias externas.
Y así fue como Matilda enseñó una importante lección: la verdadera belleza radica en aceptarnos tal como somos y celebrar nuestras singularidades sin temor al juicio ajeno.
FIN.