Matilda y su caparazón único


Había una vez en un bosque encantado, una tortuga llamada Matilda. Matilda era conocida por tener un caparazón extraordinariamente grande, más grande que cualquier otra tortuga en el bosque.

Aunque su caparazón la protegía de los peligros del bosque, a veces le resultaba incómodo y pesado. Un día, Matilda decidió pedir ayuda a su amiga la liebre, Luna, quien era muy hábil con sus patas ágiles y afiladas.

"Luna, ¿podrías ayudarme a cortar un poco mi caparazón? Es tan grande que me cuesta moverme con facilidad", le pidió Matilda con esperanza en sus ojos. Luna se acercó a examinar el caparazón de Matilda y luego sacudió la cabeza con tristeza. "Lo siento, Matilda.

Mi destreza está en correr rápido y saltar alto, no en cortar caparazones. Quizás deberías pedirle ayuda al conejo Saltarín; él es muy habilidoso con sus dientes afilados. "Matilda asintió y se dirigió hacia la madriguera del conejo Saltarín.

Con timidez, le explicó su dilema y le pidió ayuda para recortar su caparazón. El conejo Saltarin sonrió con confianza:"¡Claro que puedo ayudarte! Mis dientes son perfectos para este trabajo.

"Con cuidado y precisión, el conejo comenzó a recortar el caparazón de Matilda. Sin embargo, mientras lo hacía, Matilda sintió un dolor punzante que nunca antes había experimentado. "¡Ay! ¡Para! ¡Me duele mucho!" gritaba la tortuga entre lágrimas. El conejo detuvo rápidamente su labor y miró preocupado a Matilda.

"Lo siento mucho, no quise lastimarte", se disculpó el conejo. Matilda tocó su caparazón parcialmente cortado y sintió miedo e inseguridad por primera vez en mucho tiempo. "Creo que cometí un error al querer cambiar algo tan importante de mí misma.

Mi caparazón puede ser grande y pesado a veces, pero es parte de quién soy", reflexionó tristemente.

Con el corazón apesadumbrado por haber intentando cambiar algo esencial de sí misma sin pensar en las consecuencias reales, Matilda regresò lentamente a su hograje profunda meditando sobre lo ocurrido.

A medida que pasaban los días, Matilde aprendió a aceptarse tal como era: con su gran e imponente caparaçony comprendiò finalmente que cada uno tiene características únicasque nos hacen especiales e irrepetibles en este mundoDesde entonces, Mantilde vivio feliz siendo ella mismacon todo lo bueno Y lo maloY así entendio que aceptarse uno mismo es fundamental para encontrar la verdadera felicidadY colorìn coloradio, esta historia ha terminado.

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